miércoles, 31 de enero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 22

—¿Química? —repitió Paula, un poco asustada—. No te engañes a tí mismo. Discutir y dar bofetadas no tiene nada que ver con la química.

—Entonces, ¿Por qué te escondes detrás de esa mesa? ¿No confías en mí o no confías en tí misma?

—Mira, Pedro, acabas de decir que no quieres una relación seria con nadie y...

—No tergiverses mis palabras —la interrumpió él—. No me interesan el matrimonio y los hijos, pero las relaciones personales me interesan mucho.

—Pues a mí no. No sería justo para Valen.

Pedro levantó una ceja, con expresión incrédula.

—¿Quieres hacerme creer que has vivido como una monja desde que nació tu hija?

Paula casi soltó una carcajada. Si él supiera...

—Cree lo que quieras, pero déjame en paz. No funcionaría.

 Pedro se acercó de una zancada y levantó su barbilla con un dedo.

 —Dame una buena razón.

—Ya te la he dado. Valen.

—¿En serio? ¿No sales con hombres por tu hija?

Ella se apartó y siguió cortando verduras.

—No pienso volver a cometer un error.

 —¿Y yo sería un error?

—Un error enorme  —contestó Paula.

Pedro y  ella  eran  muy  diferentes  y  nunca  se  entenderían. Él era muy atractivo, pero también muy peligroso. Peligroso porque no quería  compromiso  de  ningún  tipo y  porque,  por  primera  vez  en  su  vida,  se  sentía tentada de tirar sus principios por la ventana y aceptar lo que le ofrecía. Pero eso no iba a pasar. Daba igual que aquellos ojos oscuros se clavasen en su alma, daba igual que la sonrisa del hombre la derritiera por dentro. No iba a pasar porque no era justo para Valen.  Pedro era demasiado frío. No quería una intimidad verdadera y la dejaría en cuanto se cansase. Ella no era ninguna tonta y sabía que no podía cambiar a nadie. Y  no  pensaba  volver  a  tener  una   relación  con  un  hombre  que  no   quisiera  comprometerse. No quería saber nada de nadie que evitara las responsabilidades.

 —¿Tienes  las  llaves,  No? —preguntó,  sin  darse  la  vuelta—. Puedes  vivir  aquí,  pero eso es todo lo que va a haber entre nosotros.

—Por el momento —dijo él.

—Para siempre —replicó Paula, levantando la cuchara de madera.

Pedro soltó una carcajada antes de salir de la cocina.

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