—¿No trabajas el sábado?
—Sí, pero no importa. Nicolás irá con mi madre.
—¿Seguro?
—Seguro, pero gracias por preguntar.
Sabía que Gabriel le daría el día libre si se lo pedía, pero no pensaba hacerlo. El director de la clínica ya había hecho más que suficiente por ella.
—Hablando del sábado. Antonio Masters piensa dar una cena y he pensado...
—La respuesta es no —lo interrumpió ella. Siempre pasaba lo mismo. Ante la menor oportunidad, Gabriel se ponía a hacer de Cupido—. Ya sé lo que vas a decir y te lo agradezco. Pero no necesito pareja.
El hombre la miró con expresión preocupada.
—Paula , eres joven y no deberías enterrarte en vida por Valentina.
—Mi hija y yo estamos estupendamente —replicó ella, colgando su abrigo en la percha.
—No es verdad. No haces vida social, no sales con nadie. Sé que tienes problemas económicos por culpa de ese canalla...
—Soy una mujer independiente y eso es lo único que importa —volvió a interrumpirlo Paula—. Un niño no necesita lujos, necesita cariño y atención. Valentina y yo somos felices, así que no te preocupes.
—Pues estoy preocupado —insistió Gabriel—. Deberías salir con alguien que cuidase de tí.
—¿Cuidar de mí? No he conocido a ningún hombre que quiera cuidar de mí y de mi hija. Y nos cuidamos muy bien solas.
—Te mereces mucho más... —empezó a decir el hombre, con tristeza.
Paula lo besó en la mejilla.
—Tú eres encantador, Gabriel, pero no hay muchos hombres como tú.
—Pero si yo conociera a alguien...
—Por favor, déjalo ya. Yo soy feliz y Valentina también. No necesito nada más —dijo Paula, abriendo la puerta de su consulta.
—Vale, vale. Lo siento —se disculpó Gabriel—. Pero no te vayas todavía. Tengo que consultarte sobre un paciente.
—¿Paciente tuyo o mío?
—Tuyo. Anoche tuve que ir a visitar a Martina Watson. Sufrió un ataque de asma.
—¿Otra vez? Es el segundo esta semana. ¿Está ingresada?
Gabriel asintió, pasándose la mano por el cabello gris.
—He hablado con el responsable de cardiorespiratorio y me han dicho que van a aumentar la dosis de corticoides.
—Ya estaba tomando una dosis razonable...
—Eso si la estaba tomando —la interrumpió Gabriel—. Yo creo que no.
—¿Por qué una niña de nueve años no iba a tomar la medicación que le han prescrito?
—No lo sé —contestó el director de la clínica, con expresión preocupada—. Pero si la estuviera tomando no creo que hubiera sufrido el segundo ataque. ¿Por qué no hablas con Catalina?
Catalina Griffiths, la enfermera de la clínica, conocía mejor a los pacientes que los propios médicos.
—Lo haré. Y también habrá que comprobar si Martina sabe inhalar bien.
—Muy bien. ¿Alguna noticia sobre Franco Williams?
—¿Cómo sabes lo de Franco?
—Nunca intentes ocultarle algo al viejo Gabriel—sonrió el hombre—. Me encontré con Matías anoche y me contó la historia.
Paula recordó de nuevo a Pedro Alfonso. Pero sería mejor pensar en otra cosa.
—Pensaba contártelo hoy.
—Franco es un buen chico, pero hace cosas que... —empezó a decir Gabriel.
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