miércoles, 24 de abril de 2024

Pasión: Capítulo 69

Por fin se apartó para colocarse a su lado, jadeando, y cuando giró la cabeza lo encontró mirándola con una enigmática sonrisa en los labios.


—Me haces perder la cabeza… —admitió con voz ronca.


Paula hizo una mueca. La confesión no era muy consoladora porque daba la sensación de que a Pedro no le gustaba esa revelación. Pero luego volvió a besarla, haciendo que se olvidase de todo. Tenía demasiado miedo de enfrentarse con la sospecha de que se había enamorado de aquel hombre y ya no había forma de volver atrás.




Tres días después


—¿Señorita Chaves? El señor Alfonso me ha dicho que tiene un compromiso importante y que debería comer sin él.


—Ah, gracias —Paula colgó el teléfono y miró el estofado de pollo burbujeando en la olla.


Tenía un compromiso importante. ¿Qué significaba eso? Era absurdo sentirse decepcionada, pensó. Había comprado los ingredientes durante la hora del almuerzo y en cuanto salió de la oficina corrió a la casa para empezar a prepararlo. Pero en aquel momento se sentía ridícula porque… ¿No era un cliché? La mujer en casa haciendo la cena para su hombre y enfadándose porque él tenía un compromiso más importante.  Mortificada al preguntarse cuál habría sido la reacción de Pedro ante tan idílica escena doméstica perdió el apetito por completo. Suspirando, apartó la olla del fuego y dejó enfriar el estofado. Cuando estuvo lo bastante frío, lo guardó en la nevera, aunque le habría gustado tirarlo a la basura. Nerviosa, salió a la terraza. El maravilloso paisaje de Río la calmaba como Atenas nunca había podido hacerlo, aunque era su casa en ese momento.


—Maledizione —murmuró en italiano. 


Y luego maldijo a Pedro por hacer que se enamorase de él. El fin de semana había sido asombroso. Lo recordaba  besando el tatuaje en su hombro y diciendo en voz baja: «¿Sabes que las golondrinas representan la resurrección?» Ella había asentido con la cabeza, sintiéndose absurdamente emocionada al pensar que lo había entendido. Cuando despertaron el domingo, le había dicho que tenía que visitar una favela y ella insistió en ir con él. Había visto de primera mano su compromiso con la ciudad en el asombroso centro comunitario Alfonso, en el que se impartían clases de literatura, idiomas, negocios. Incluso había una guardería. Pedro intentaba ofrecer oportunidades a los más necesitados. Poco después lo encontró en medio de un grupo de hombres, haciendo capoeira, una forma brasileña de artes marciales. Se había quitado la camisa y su torso brillaba de sudor mientras ejecutaba ágiles y elegantes movimientos siguiendo el ritmo de un tambor. 

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