lunes, 15 de abril de 2024

Pasión: Capítulo 49

 —No mucho. Pero fue él quien me sacó de la cárcel y quien contrató a los mejores abogados para evitar un largo juicio. Claro que solo hizo falta una generosa donación para la «Preservación de Florencia», que sin duda fue a los bolsillos de funcionarios corruptos, uno de los cuales seguramente sería tu padre. No pensaba quedarme para responder por un delito que no había cometido, pero no me exoneraron del todo, así que cada vez que voy a Europa mi nombre aparece en el ordenador de la policía como un posible delincuente.


Paula se dió la vuelta para mirar por la ventanilla. No podía decir nada. Había proclamado su inocencia mil veces, pero Pedro tenía razón, su asociación con ella había sido desastrosa para él. Estaban en una calle flanqueada por árboles, frente a un edificio de estilo colonial. Cuando él detuvo el coche un estacionamiento se hizo cargo del vehículo y ella tuvo que respirar un par de veces para calmar sus nervios.


—No estoy interesado en el pasado sino en el presente —dijo él en voz baja.


Paula tragó saliva de nuevo. Algo frágil parecía haber nacido entre ellos… Algo tentador. Pero no quería hacerse ilusiones. Pedro le abrió la puerta del coche y la tomó del brazo mientras avanzaban para reunirse con otras parejas que entraban en el edifico iluminado por miles de lucecitas. Era una escena que ella había visto un millón de veces, pero nunca destacada de ese modo. Nunca tan romántica.  Mientras entraban en la mansión se preguntó si de verdad podían dejar atrás el pasado. ¿O estaba dispuesto a afirmar eso solo para acostarse con ella?


—¿Podrías sonreír un poco? Parece como si estuvieras a punto de ser torturada.


Agradeciendo que no pudiera leer sus pensamientos, Paula murmuró:


—Es que esto es una tortura para mí.


Algo brilló en sus ojos. ¿Sorpresa?


—Puede que lo sea, pero un par de horas de tortura social merecen la pena si así conseguimos un nuevo colegio para una favela, por ejemplo.


Ella apretó los labios, cortada.


—¿Es para eso esta cena?


—Entre otras causas. También recaudamos fondos para la fundación.


Paula pensó en la niña del poblado, a un millón de kilómetros de allí y, sin embargo, tan cerca de su corazón.


—Lo siento —dijo con voz ronca—. Tienes razón, merece la pena.


Se perdió la mirada especulativa de Pedro porque un camarero apareció en ese momento con una bandeja llena de copas de champán. Él tomó una, pero ella negó con la cabeza.


—¿Tiene agua mineral, por favor?


Cuando el camarero se alejó Pedro la miró con el ceño fruncido.


—¿De verdad ya no bebes?


—No, ya no bebo. La verdad es que nunca me gustó el sabor del alcohol. Era más el efecto que tenía.


—¿Y era?


—Hacerme olvidar. 

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