viernes, 19 de abril de 2024

Pasión: Capítulo 60

Él suspiró pesadamente, odiando el temor que sentía. El temor que le susurraba que saliese corriendo y se alejase de aquella mujer. Se dió la vuelta y cruzó los brazos sobre el pecho, arqueando una ceja.


—¿Y bien?


Paula tragó saliva. Su pelo era como una cortina de oro sobre los hombros, rozando el nacimiento de sus pechos bajo el albornoz. Unos pechos cuyo sabor aún recordaba.


—¿Quieres decirlo de una vez? —le espetó mientras se servía un vaso de whisky y lo tomaba de un trago. Era indignante necesitar alcohol para hablar con ella. No sabía qué le pasaba—. Paula, si no me dices… 


—Me estabas empujando a hablar y yo no quería hacerlo, así que fingí que no… Fingí que quería estar sola, pero no es verdad.


Pedro se quedó inmóvil. «Sigue jugando contigo», le dijo una vocecita. Pero entonces recordó el brillo de temor que había visto en su mirada antes de convertirse en una princesa de hielo. Lentamente, dejó el vaso sobre la mesa y se dió la vuelta. Paula parecía pálida, temblorosa y, a la vez, decidida.


—Lo siento.


Su voz era ronca y tocó su piel como una caricia.


—¿Qué es lo que sientes?


Ella se mordió los labios.


—Quería que pensaras que estaba cansada para que te fueras, pero no es cierto.


—Dime algo que no sepa —replicó Pedro, irónico. Pero, al ver que palidecía aún más, la tomó del brazo para llevarla al sofá.


—En serio, si te estás riendo de mí…


—¡No! —gritó ella, apretando las manos en su regazo—. Estabas haciéndome tantas preguntas que me sentía amenazada. Nunca le he contado a nadie lo que pasó. Siempre me he sentido demasiado avergonzada y culpable por no haber hecho nada para detenerlo. Y durante mucho tiempo incluso dudaba de que hubiera ocurrido de verdad…


Pedro supo que no estaba interpretando un papel y, por instinto, envolvió su mano en la suya. Y cuando ella lo miró algo se encogió dentro de su pecho. Maldita fuera.


—¿Qué pasó?


Sus manos estaban heladas y sus ojos nunca le habían parecido más grandes o más azules.


—Ví a mi padre matar a mi madre cuando tenía cinco años.


Pedro abrió la boca y luego volvió a cerrarla.


—¿Qué has dicho? 


Paula no podía apartar los ojos de él, como si la anclase a algo, como si fuera una roca a la que agarrarse. 


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