miércoles, 17 de abril de 2024

Pasión: Capítulo 55

Durante un segundo pensó que iba a apartarse del todo, pero luego empezó a empujar de nuevo, manteniendo un ritmo que la dejaba sin respiración. Se detenía cada cierto tiempo para besarla o para chupar sus pezones, provocando un placer exquisito. Paula enredó los pies en su cintura, pero no podía librarse de eso que la mantenía atada y evitaba que levitase hacia las estrellas. El instinto le dijo entonces por qué no podía hacerlo en aquel momento de intensa intimidad: La razón por la que nunca se había permitido a sí misma sentir era que siempre había temido perder el control. Lo cual era una ironía. Pero perder la cabeza con el alcohol y los fármacos había sido, perversamente, una forma de mantener el control. Aquello no. Aquello amenazaba con hacer que saliera del caparazón bajo el que se protegía y eso le daba miedo. Un sollozo escapó de su garganta cuando el esquivo pináculo de placer se alejó. No podía dejarse ir del todo. Unos segundos después, Pedro dejó escapar un gruñido gutural mientras temblaba de arriba abajo, liberándose en su interior. Pero  Paula se sentía vacía, insatisfecha. Y en cuanto él la liberó de la prisión de sus brazos sintió la necesidad de escapar. Apenas lo oyó llamarla mientras cerraba la puerta del baño tras ella. Le temblaban las piernas y sus ojos se llenaron de lágrimas ante la magnitud de lo que había pasado. Algo se había roto dentro de ella tanto tiempo atrás que no podía funcionar con normalidad. Y tenía que ser Pedro quien lo demostrase. Paula abrió el grifo de la ducha y dejó que las lágrimas rodasen por su rostro. Unos segundos después oyó un golpecito en la puerta y a Pedro llamándola.


—¡Déjame un momento! —gritó, desesperada.


Por suerte, él no insistió. Se sentó en el suelo de la ducha, dejando que el agua cayera sobre su cuerpo. Se abrazó las rodillas y apoyó en ellas la cara, intentando decirse a sí misma que lo que acababa de pasar no era un cataclismo. Pedro miró la puerta cerrada. No estaba acostumbrado a sentirse impotente, pero en aquel momento así era. Maldijo en voz baja, sabiendo que ella no podría oírlo con el ruido de la ducha… Y por algo que sonaba sospechosamente como un sollozo. Algo se encogió en su pecho. ¿Por qué estaba llorando? ¿Le había hecho daño? Maldijo de nuevo mientras paseaba por la habitación, sin saber qué hacer. Por fin, sacó unos vaqueros gastados del armario y volvió a pasear sin rumbo. Maldita fuera. Ninguna mujer había reaccionado así después de hacer el amor con él. Salir corriendo al baño, llorando como una cría…


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