viernes, 12 de abril de 2024

Pasión: Capítulo 45

En cuanto pudo sentarse, la fatiga y el agotamiento la golpearon como un tren de mercancías. Además, tenía agua caliente a su disposición y podía darse una ducha por fin. Intentando no pensar en Pedro, y en lo que la esperaba en el futuro inmediato, se dió la más larga y deliciosa ducha de toda su vida. Luego cayó sobre una cama blandita y, un segundo después, estaba profundamente dormida.


Pedro estaba frente a la ventana de su despacho, un piso por debajo de su ático, hablando por el móvil. La ciudad de Río era una alfombra de luces titilantes hasta donde llegaba la vista.


—Digamos que tengo mis dudas sobre si lo hizo o no lo hizo y te agradecería que lo averiguases —estaba diciendo con voz tensa—. Mira, Federico, si es un problema para tí… Muy bien, te lo agradecería mucho.


Cortó la comunicación y tiró el móvil sobre la mesa, pero rebotó y acabó cayendo sobre la alfombra. Sin darse cuenta, Pedro siguió mirando la ciudad a sus pies. Cualquier conversación con su hermano hacía que le subiera la presión arterial. Sabía que Federico no lo culpaba a él por su separación, pero se sentía culpable. Él era el mellizo mayor y siempre se había sentido responsable… Odiaba admitirlo, pero estaba alterado. Como si algún tipo de magia hubiese tenido lugar en su cabeza y su cuerpo desde que miró por última vez desde esa ventana, antes de que Paula apareciese de nuevo en su vida. Hizo una mueca ante tan extravagantes pensamientos. No había magia de ninguna clase. Era atracción física, pura y simple. Había estado entre ellos desde la primera vez que se vieron y necesitaba ser saciada, nada más. Que estuviera dispuesto a ofrecerle un empleo en su compañía y a ser visto con ella en público eran cosas en las que no quería pensar por el momento. Se concentró en cambio en la creciente anticipación en su sangre y en la convicción de que pronto ese deseo sería saciado. 


Al día siguiente, Paula esperaba en la terraza que rodeaba todo el departamento, con una bola de nervios en el estómago. El cansancio de la noche anterior y el ajetreo del día la habían hecho olvidar que esa noche acudiría con Pedro a una cena benéfica. Había despertado temprano y estaba desayunando cuando su ayudante, Malena, apareció con un esbozo de sonrisa para variar. En la mano llevaba un montón de papeles; el contrato que le aseguraba un puesto de trabajo si completaba con éxito el periodo de prueba. El contrato que ella había exigido. Afortunadamente, no había mención del lado más personal del acuerdo, por supuesto. Después de firmar, Malena la había llevado a la primera planta, donde estaban las oficinas de la fundación, para presentarle a sus compañeros. Paula había pasado un día agradable con los amistosos brasileños, tan pacientes con su rudimentario portugués que casi había olvidado lo que la esperaba por la noche. Pero ya no podía seguir ignorándolo porque cuando volvió al departamento encontró a un grupo de peluqueros y maquilladores esperando para transformarla. Se sentía como un objeto a punto de ser exhibido. El vestuario de diseño que apareció poco después le devolvió recuerdos de su antigua vida… Cuando su padre insistía en que sus hijas llevasen los vestidos más caros para llamar la atención. 

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