viernes, 12 de abril de 2024

Pasión: Capítulo 44

 —¿Y qué más?


—Tú sabes que te deseo. En la tienda de campaña… Hiciste que lo demostrase. Me humillaste —respondió ella con amargura.


Algo se encogió en el pecho de Pedro. Era como si alguien le estuviese quitando una capa de piel cuando admitió:


—¿Tú sabes cuánto me costó parar esa noche?


Los ojos azules se clavaron en los suyos.


—Solo querías demostrar que me tenías dominada —susurró Paula.


Pedro levantó su barbilla con un dedo. Sonreía, pero era una sonrisa tensa.


—Necesitaba oírte decir que me deseabas porque tú me haces perder el control.


—Tu deseo de llevar siempre el control… Casi da miedo —dijo ella entonces.


Pedro apretó los dientes. Nadie le había dicho eso antes, y menos una mujer. La mirada de Paula lo hacía sentir como cuando era niño y veía cómo sus padres se destrozaban el uno al otro. Sabía que su afán de control y respetabilidad provenía de esos caóticos y tumultuosos momentos. Allí estaba, a punto de perderlo todo otra vez. Y, sin embargo, no podía apartarse. 


—Si te besara ahora mismo sabrías que estoy a punto de perder ese control.


Algo ardiente brilló en los ojos azules, pero no la tomaría en ese momento, así, después de estar caminando por la selva durante días, cuando los dos estaban mareados de cansancio. Fue lo más difícil del mundo, pero dió un paso atrás.


—Tengo mucho trabajo que hacer y seguro que tú estás deseando dormir en una cama. Mi ayudante vendrá por la mañana para llevarte a la oficina y por la noche iremos juntos a un evento benéfico.


El corazón de Paula palpitó con una mezcla de alivio y decepción. ¿No iba a quedarse con ella? Se sentía avergonzada por no ser lo bastante fuerte como para marcharse. Una parte de ella quería explorar lo que aquel hombre le ofrecía, casi más de lo que quería demostrar su independencia. Había dedicado los últimos tres años y medio a encontrar y nutrir esa fuerza interna que no creía poseer, pero Pedro la hacía sentir débil y eso la asustaba. Aunque no lo suficiente como para alejarse de él. Maldito fuera.


—Muy bien.


Pedro se quedó callado un momento y luego dijo en voz baja:


—Boa noite, Paula. Até amanha.


«Hasta mañana».


Se dió la vuelta y el moderno departamento le pareció cavernoso sin él. Solo habían pasado cuatro días juntos, pero le parecía una eternidad y tuvo que contener el deseo de salir corriendo. Pero su decisión de quedarse no tenía nada que ver con un pensamiento racional. Eso se había ido por la ventana en cuanto Pedro la había sentado sobre sus rodillas en la avioneta y la había besado hasta dejarla sin aliento. Las dudas y los miedos se derretían. No iba a ir a ningún sitio. No podía hacerlo. 

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