viernes, 12 de abril de 2024

Pasión: Capítulo 43

Él soltó un poco elegante bufido.


—¿Eso lo dice una mujer que fue fotografiada en ropa interior en un exclusivo hotel de París? ¿La que apareció medio desnuda en una bañera llena de champán?


Paula se puso colorada al recordar la malévola sonrisa de su padre e incluso su más malévolo tono de voz: «Buena chica. No queremos que la gente piense que te has vuelto aburrida, ¿Verdad?». Nerviosa, decidió ignorar la indirecta.


—¿Y el departamento en el que iba a alojarme, el que está reservado para los empleados? 


—Ya no está disponible, otra persona ha ocupado tu sitio.


—Pero eso no es culpa mía, ¿No?


Pedro apretó el mentón.


—Si insistes, la fundación tendrá que incurrir en nuevos gastos para buscarte un departamento.


—No, eso no, pero es que…


Él la interrumpió bruscamente:


—Te quedarás aquí. Estoy seguro de que puedes aguantarme dos semanas más.


Aquello era lo que Paula había temido. Pedro hacía que sus emociones y su presión arterial se pusieran por las nubes. Él la miraba con los ojos guiñados. Parecía nerviosa. Nada que ver con la mujer que se había derretido entre sus brazos poco antes.


—¿Qué te pasa?


Estaba enfadada, era evidente.


—He aceptado acostarme contigo para conseguir un puesto de trabajo. ¿Cómo crees que me siento?


—Aún no te has acostado conmigo —le recordó él. Pero al verla tragar saliva se sintió como un gusano—. Sé que me he portado como un canalla. Lo mínimo que mereces es un periodo de prueba después de soportar estos días en la selva… Y te lo habría dado de todas formas.


Ella lo miró, sorprendida.


—¿De verdad? ¿Y el trabajo?


—Eso depende de lo que pase durante el periodo de prueba, como para cualquier otro empleado —respondió él, poniendo las manos sobre sus brazos—. Y no vas a acostarte conmigo para conseguir un trabajo. Vas a acostarte conmigo porque es lo que quieres. Lo que los dos queremos.


—¿Cómo lo sabes? 


El periodo de prueba. Cuando ella no respondió Pedro recordó el primer día, cuando le dijo que la puerta estaba ahí para que se fuera. Pero en ese momento llamaría a un ejército si intentaba marcharse. Tenía que hacer un esfuerzo para no apretar sus brazos, como si así pudiese impedir que se fuera. Podía verla tragar saliva, con los ojos muy abiertos, las pupilas dilatadas, los labios entreabiertos. Haciendo un esfuerzo, apartó la mirada de esos labios tentadores. Necesitaba que se quedase, pero no sabía por qué.


—Paula…


—Solo quiero una oportunidad. 

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