lunes, 15 de abril de 2024

Pasión: Capítulo 48

El roce del cuerpo de Pedro seguía provocando un traidor cosquilleo en su piel. Recodó cómo la había apretado contra él, como para protegerla. Llevaba tanto tiempo sintiéndose desprotegida que le resultaba extraño. Tal vez no lo había planeado. En realidad, se había mostrado tan sorprendido como ella. Cuando dejaron atrás a los paparazzi pulsó el botón para bajar la ventanilla y disfrutar de la brisa de Río y el olor del mar.


—¿Estás bien?


—Sí, es que necesito un poco de aire.


El cielo se había teñido de un color rosado y desde algún sitio Paula podía oír gritos y aplausos.


—¿Qué es eso? 


—Gente aplaudiendo en la playa. Lo hacen todas las tardes porque las puestas de sol en Río son muy hermosas.


—Me encanta la idea —susurró Paula—. Me gustaría ver una puesta de sol.


Apartó la mirada enseguida porque el brillo de sus ojos la hacía sentir demasiado expuesta, pero le ardían las mejillas al recordar el roce de la tela del traje que, aun hecho a medida, no podía esconder el poderoso cuerpo masculino.


—¿Dónde vives cuando no te alojas en el ático? —le preguntó para pensar en otra cosa que no fuera su impresionante físico.


—Tengo una casa en Alto Gávea, un distrito en el bosque de Tijuca, al norte del lago…


—¿Es la casa de tu familia?


Él negó con la cabeza.


—Nuestra casa estaba a las afueras de Río. Mis padres jamás hubieran vivido tan cerca de las playas y las favelas.


—¿No te llevas bien con ellos?


—No —respondió él con tono seco—. Se separaron cuando yo tenía seis años y mi madre volvió a su país, Italia.


—¿Tienes hermanos?


—Sí, tengo un hermano mellizo.


—¿Mellizo? —repitió Paula, asombrada. No podía imaginar a dos hombres como Pedro.


—No somos mellizos idénticos. Él vive en Italia, se fue allí con mi madre después del divorcio.


—¿Se separaron?


Pensar que alguien la hubiera separado de Delfina hacía que se le helase la sangre. Había sido su única ancla en el enfermizo mundo que había creado su padre.


—Mis padres decidieron que cada uno se quedaría con uno de nosotros. Mi madre me eligió para ir a Italia con ella, pero cambió de opinión en el último momento. 


Paula dejó escapar un suspiro.


—Pero eso es horrible. ¿Y tu padre se lo permitió?


Pedro la miró con expresión seria.


—A él le daba igual con qué hijo se quedara mientras uno de nosotros fuera su heredero.


Ella sabía lo que era crecer con un padre tiránico y cruel, pero aquello la sorprendió.


—¿Te llevas bien con tu hermano?


Pedro se encogió de hombros. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario