martes, 4 de noviembre de 2014

Casada por Obligación: Capítulo 5

Para Pedro Alfonso era una experiencia completamente nueva, y no del todo agradable que lo ignoraran de ese modo, pero no iba a dejar que aquella gata promiscua se saliera con la suya, a pesar de seguir con Jan colgada de su brazo.
—Hola... Paula, ¿verdad? —murmuró con voz provocativa.
Ella volvió a mirarlo con ojos fríos.
—Sí. Hola —y apartó la mirada de nuevo.
—Como no hemos sido formalmente presentados, permíteme... Me llamo Pedro Alfonso.
Estaba decidido a hacer que le prestara atención, y le ofreció la mano. Ella le correspondió sin ganas, pero cuando él sintió la suavidad de su piel, no pudo evitar una oleada de excitación sexual que no había sentido desde su encuentro con Paula, o Pauli , por primera vez en el yate. Bajó la mirada algo aturdido, y vió el anillo de casada en su mano. Eso le hizo recordar su norma: no involucrarse con mujeres casadas. Pero aquella sirena no le había dicho que lo estaba hasta después de haberla llevado a la cama.
Paula notó el tono seductor de su voz y se quedó helada. La miraba como retándola, pero sus ojos grises despedían un brillo seductor y ella apartó rápidamente la mano.
—Paula Chaves—murmuró ella. Jan interrumpió la escena.
—¿Puedes hacerme un favor, Paula, y cuidar del abuelo de Pedro? Tuvo un accidente hace un par de días y no puede caminar muy bien —dijo, con su poco tacto habitual—. Tenemos que saludar a mucha gente, y David quiere hablar de negocios con Pedro.
A pesar de todo, Paula agradeció la interrupción de Jan:
—No hay problema. Estaré encantada.
Cuando se alejaron entre la multitud, Paula respiró aliviada, pero aún estaba temblorosa. Su peor pesadilla se había hecho realidad.
Pedro y Theo no se parecían; el abuelo era bajito, corpulento y de ojos negros, mientras que Pedro era alto y espigado, con los ojos grises que contrastaban vivamente con su piel olivácea. Sus ojos fueron lo primero en que se fijó de él hacía un año, cuando se conocieron, y uno de los motivos por el que actuó de un modo tan extraño teniendo en cuenta su carácter.
La desagradable coincidencia de encontrárselo allí en aquel momento le revolvió el estómago y deseó marcharse. Se volvió hacia Theo para excusarse y lo vio mirando a Jan con expresión asombrada, cosa que no le extrañó.
—Jan es muy bella y tiene un efecto sorprendente sobre los hombres —dijo, tranquilizadora—, pero creo que su nieto puede manejarla. Y además, hacen una bonita pareja.
Él hizo un sonido indescifrable y empezó a toser violentamente. No podía marcharse, estaba claro que el hombre no estaba muy bien.
—No está bien, Theo. Siéntese un momento y deje que vaya por una copa de champán —sugirió ella tomándolo del brazo—. Así podrá contarme lo de su accidente y con qué estuve de acuerdo en la reunión del viernes —bromeó.
—Desde luego —repuso él, sonriendo—. Pero, ¿puedes decirme quién es la mujer con la que está mi nieto? —dijo, señalando a la pareja con la empuñadura de su bastón.
—Es mi hermanastra, Jan —respondió ella mientras conducía al hombre hacia una esquina del elegante salón—. ¿Está bien? —preguntó preocupada al notar que tropezaba.
—¿Tu hermanastra? No sabía que tenías una hermana.
—Claro, apenas me conoce —rió ella.
—Creo que necesito esa copa —dijo Theo, sentándose en un sillón a la vez que murmuraba algo en griego que sonaba a juramento.
—Espere y le traeré un brandy, que creo que le irá mejor que el champán —Paula empezaba a preocuparse por el hombre.
Mientras, Pedro le había puesto una mano a Jan en la espalda y caminaban juntos entre la multitud. El sonreía cuando Jan agradecía las felicitaciones de cumpleaños de sus amigos mientras se dirigían hacia sus padres en el otro extremo de la sala. Pedro podía actuar como la pareja perfecta aunque sus pensamientos seguían centrados en la preciosa Paula.
Miró a su alrededor intentando descubrir a su marido entre todos esos hombres. Era un hombre con suerte, o bueno, no tanta, se dijo Pedro. La química sexual, la pasión salvaje que hubo entre Paula y él no podía haber sido malinterpretada. Aquel marido era más objeto de compasión que de envidia, se dijo.
Pero tenía que centrarse en Jan y en ayudar a su abuelo. Echó una ojeada por la sala y lo vio sentado en un sillón, sus miradas se encontraron un instante. Por un segundo, Pedro creyó ver pánico en la mirada de su abuelo, pero al ver a Paula ofrecerle una copa de brandy, el rostro del hombre se tornó sonriente.
—¿Está seguro de que está bien? —preguntó Paula al darle la copa, sentándose a su lado con una copa de champán en la mano. Normalmente no bebía, pero aquella noche necesitaba algo que le calmara los nervios.
—Mucho mejor —la tranquilizó Theo después de tomar un sorbo de brandy—. Tu hermana Jan parece conocer bien a Pedro. ¿Lo conocías de antes? —preguntó.
—No —mintió Jemma apretando los dientes. No quería que nadie supiera lo que había habido entre aquel hombre y ella—. Pero Jan sí —Theo empezó a toser de nuevo—. Parece que ha pillado un resfriado.
—No, en serio, estoy bien —insistió él, y cambió de tema para explicarle lo que había votado en la junta. Al parecer había sido una ampliación de capital.
—La verdad es que eso no me dice nada —dijo ella—. No se me dan bien los números y no sé nada de finanzas, pero no le diré que no al dinero.
—Eso tiene fácil solución —apuntó Theo, dejando su copa en una mesita auxiliar—. Puedes venderme la casa de tu tía en Zante. Esa casa perteneció a mi familia hasta que la tuve que vender. Llámame sentimental, pero la verdad es que me gustaría recuperarla y estoy dispuesto a pagarla por encima del precio de mercado.
—Me parece normal que quiera recuperarla, y se la vendería si pudiera, pero no puedo hacerlo —Paula vió la cara de asombro de Theo y se explicó mejor—. Mi tía me la dejó en usufructo; para mí y para mis hijos, y los hijos de mis hijos... está todo bien atado legalmente.  
—Ya veo —el hombre entrecerró los ojos, pensativo—. ¿Y has pensado en romper esas ataduras? Legalmente, se puede hacer.
—Tal vez algún día —cuando fuera tan vieja que no pudiera tener hijos. Además, le debía a su tía intentar cumplir sus deseos, pensó con tristeza, pero no quiso contarle a Theo toda la historia.
—Desde luego, eso es decisión tuya —dijo Theo, y levantó las manos en señal de rendición—. Lo comprendo. He vivido lo suficiente como para comprender que uno no consigue todo lo que quiere en esta vida. Ahora, dime honestamente lo que piensas de Pedro.
«Es un depredador sexual, experimentado en el arte de la seducción, que se aprovecha de las debilidades de las mujeres», pensó Jemma, pero no dijo nada.
—Parece... agradable —volvió a mentir—. Y Jan tiene un concepto muy alto de él.
En el otro extremo de la sala, Pedro  parecía centrar toda su atención en los Sutherland, pero realmente estaba pensando en el informe que le había pasado su oficina en Londres aquella mañana sobre David Sutherland: un hombre con problemas que intentaba ocultarlos.
Pedro  sabía lo que Sutherland quería de él; se lo había insinuado en la cena del miércoles cuando se dio cuenta de que era el propietario de Alfonso  Internacional. David quería que invirtiese en Vanity Flair, o que se lo recomendase a sus inversores, para financiar sus planes de expansión. Pedro  no tenía intención de hacer ni lo uno ni lo otro, pero tenía que ser discreto por el momento.

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