martes, 11 de noviembre de 2014

Casada por Obligación: Capítulo 20

—¿En serio? —acababa de darse cuenta de la dimensión de lo que había accedido a hacer y, por instinto, se llevó la mano al dedo y acarició su alianza—. ¿Es necesario? —no había pensado que tuviera que quitarse el anillo de Alan, y quería retrasar el momento todo lo necesario.
—Mucho —declaró él—. El significado de un anillo de compromiso es declarar que esa mujer ya tiene dueño. Tu marido lleva dos años muerto, y ya es hora de que lo asumas. Paula, cariño, yo soy tu futuro —dijo, y se acercó aún más a ella.
La tensión del ambiente casi se podía cortar. Enfadada y triste a la vez, Paula vió sus ojos de lobo brillar triunfantes y quiso golpearlo, pero antes de poder hacer nada, lo tuvo encima de ella reclamándole un beso. Su lengua pidió paso para buscar la humedad de su boca. Cuando por fin levantó la cabeza, Paula intentó recuperar el aliento.
—Y con este beso, el pacto queda sellado. Una pena que no tengamos tiempo para más —se burló Pedro —, pero en la joyería nos están esperando.
Aún sin haberse recuperado del beso, Paula lo observó recoger la mesa. Pedro era un hombre de negocios, y acababa de firmar un trato sobre un matrimonio. Nada más que eso, y lo odió por ello.
Si Paula lo había pasado mal en la fiesta de Jan, aquélla estaba siendo aún peor. Era un manojo de nervios, cada vez estaba más alterada, y la mano de Pedro, siempre en su cintura, no ayudaba nada.
Era culpa de Pedro. Tenía que habérselo imaginado cuando la arrastró hasta Bulgari, en New Bond Street y pagó una fortuna por un anillo con un impresionante diamante y esmeraldas. Después la había llevado a casa con la excusa de que tenía cosas que hacer, y que la recogería a las siete y media. Ella se había duchado y vestido sin ser consciente de lo que hacía, hasta que llegó el momento de quitarse su alianza. Entonces no pudo evitar derramar algunas lágrimas, pero aun así, cuando Pedro llamó a la puerta, ella estaba ya lista para salir.
Ella se había puesto el mismo vestido clásico negro que había llevado en la fiesta de Jan, y al verla, Pedro  le lanzó una mirada reprobatoria, que dió paso a una sonrisa al no ver su alianza en el dedo.
—Buena chica, Paula, pero recuérdame que te compre ropa más alegre. Después de todo ya no eres una viuda de luto —y la acompañó a una limusina.
Ignorando el comentario sobre su viudedad, Paula preguntó:
—¿Y cómo es que vamos en limusina? —dijo, mirándolo de reojo e intentando no pensar en lo guapo que estaba con ese traje negro.
—Siempre que sé que voy a beber alcohol voy en limusina —se llevó la mano al bolsillo y sacó el impresionante anillo de compromiso—. Imagino que se harán muchos brindis esta noche por nuestro compromiso y por el cumpleaños de tu padre.
Paula acarició el bonito anillo.
—¿Es necesario todo esto? —él la miró y Paula sintió un escalofrío. ¿Qué había hecho aceptando casarse con Pedro ?—. ¿Qué pensará la gente? Mi padre y Leanne no comprenderán esta boda tan acelerada, por no hablar de Jan...
—Sí que lo harán, porque hablé con tu padre hace una hora. Y el anillo es necesario, como todas las tradiciones de un matrimonio convencional, porque eso es lo que será a ojos de la gente, mientras tú me sigas la corriente y no digas nada.
Mirando la joya, Paula pensó en la última vez que un hombre le había puesto un anillo en el dedo, con amor. Aquello parecía una burla a todo lo que había creído y deseó quitárselo.
—Ni lo pienses —le dijo él, leyéndole en pensamiento, y antes de que ella pudiera decirle nada, se abalanzó sobre ella para besarla hasta dejarla sin conocimiento.
La situación empeoró cuando llegaron a Connaught Square, a casa de su padre, que salió radiante a felicitarla diciendo:
—Cuánto me alegro de que vosotros dos hayáis superado vuestras diferencias.
Paula aún estaba pensando en qué habría querido decir su padre, cuando Leanne, en una sorprendente muestra de afecto, la abrazó y le deseó mucha felicidad. Jan fue la que más le sorprendió al aparecer del brazo de un joven y guapo modelo y susurrarle al oído: «Bien hecho, chica».
Que su familia estaba contenta era algo evidente y, de hecho, al mirar a la gente, todo el mundo en la fiesta parecía estar feliz, excepto ella. Sin pensar, se llevó la mano al colgante de brillante que llevaba en el cuello y se tranquilizó.
Pedro  sintió que estaba más relajada y pensó que Paula se estaba acostumbrando a la situación, pero al verla con la mirada perdida y jugueteando con el colgante vio que se estaba aburriendo.
Le apretó ligeramente la cintura y la miró, enfadado.
—¿Lo estás pasando bien, cariño? —murmuró suavemente. No estaba acostumbrado a estar con mujeres que no le prestasen toda su atención, y Paula tenía cierto hábito de evadirse a un mundo propio, cosa que lo irritaba.
Paula lo miró y no quiso mentir.
—No me gustan mucho las fiestas, y menos cuando soy el centro de todas las atenciones por el anillo que me has puesto en el dedo —dijo, cariacontecida. Había sido un día terrible y la noche no mejoraba nada la situación, así que podía imaginar el dolor de cabeza que se le avecinaba. Estaba harta de todo—. Creo que voy a ir a buscar a mi padre. Tengo que hablar con él; además, hoy es su cumpleaños y tú ya has saboteado su fiesta. Puedes hacer lo que quieras, pero después de hablar con él, yo me voy a casa —dijo, desafiante, y le apartó la mano de su cintura.

4 comentarios:

  1. Que buena se esta poniendo esta. Historia Naty !

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  2. Espectaculares los 2 caps!!!!!!! Cada vez más linda esta historia jaja. Me parece que va a pasar lo del cazador cazado jajajaja. No se la va a hacer fácil Pau y me encanta.

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  3. Muy buenos capítulos! está bien q Paula tenga esa actitud, q él sepa q no puede manejarle la vida así a pesar de obligarla a casarse!

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