miércoles, 12 de noviembre de 2014

Casada por Obligación: Capítulo 22

—¿Puedo unirme a la fiesta? —dijo Leanne, apareciendo de la nada para agarrarse al brazo de su marido muy sonriente—. Paula, cariño, siempre supe que había algo especial en ti. Bien hecho.
—Gracias —respondió ella, pero por dentro la rabia la consumía.
Como no sabía si podría contenerse mucho tiempo más, se dió la vuelta para marcharse, pero chocó directamente contra Pedro. Él le pasó el brazo por la cintura para equilibrarla, y ella lo miró a los ojos. Tenía un gesto burlón que le hizo desear hacerlo pedacitos.
Consciente de que estaba furiosa, Pedro la mantuvo a su lado firmemente, y sonrió a su padre.
—Si nos disculpáis... después de todo, ésta es tu fiesta, David —miró a Paula—. Ya le hemos robado bastante protagonismo a tu padre por hoy.
¿Fue ella la única que se dio cuenta del énfasis que había puesto en la palabra «robado»? Paula permaneció en silencio mientras Pedro se despedía de los demás...
Bastardo! ¿Cómo te atreves...? —le gritó ella en cuanto salieron de la casa.
—Paula, ahórratelo y entra en el coche —dijo él, y casi la empujó.
Entraron en el coche y él la sujetó por los hombros.
—No me des órdenes —le espetó ella—. ¿Y cómo has podido decirle a mi padre que éramos...? —se detuvo. ¿El qué? ¿Amantes?
—Pobre Paula—dijo él suavemente, con toda la ironía—. Llevas tanto tiempo con la cabeza metida en un agujero que no sabes reconocer la verdad cuando la tienes delante.
—Eres un cerdo, y tal vez hayas engañado a mi padre, pero a mí no me engañas —apartó la vista de él y sacudió la cabeza—. Tenía que estar loca para creer que esto podría funcionar.
La presión sobre su hombro hizo que ella volviera la cabeza hacia él, y su mirada le provocó un escalofrío.
—No, sólo te engañas a ti misma, Paula. Yo no miento, y mataría al hombre que me insultara como tú lo has hecho —siseó, y ella fue consciente de que no era inteligente hacerlo enfurecer.
Pedro enfadado era un impresionante espécimen de macho primitivo e, inexplicablemente, a Paula se le paró el corazón al encontrarlo atractivo como nunca: su pecho subiendo y bajando bajo el traje, la firme columna de su cuello y sus mandíbulas apretadas.
—Así que tienes suerte de que sea un hombre contenido —añadió.
—Si tú lo dices —repuso Paula  al sentir su cuerpo inclinarse sobre ella alterándole los nervios de un modo que no tenía nada que ver con el miedo. Había perdido las ganas de discutir con él, y otro tipo de deseo le hizo sonrojarse.
—Sí que lo digo. Y para convencer a todo el mundo de que nuestro matrimonio es serio, sugiero que hagamos frente común, cosa que no debería ser tan difícil —estaba a escasos centímetros de ella, y empezó a deslizar la mano sobre la curva de sus pechos y a acariciar el centro de ellos con el pulgar sobre la tela del vestido—. Por eso le dije a tu padre que nos conocimos hace un año y que estuviste en mí yate. Después tuvimos una pelea, lo cual es cierto... —murmuró suavemente mientras la miraba a los labios.
Paula, de lo más acalorada, fue a apartarle la mano, aunque realmente deseaba más.
—Sí —susurró. Estaba confundida, y su mano acariciándole el pecho no la ayudaba a pensar con más claridad.
—Entonces por fin estamos de acuerdo —dijo él en voz baja—. Sobre el resto, tu padre ha oído lo que ha querido. Al aparecer esta noche prometidos, lo hemos liberado de un gran peso —y le rozó los labios con su boca, para después besarla más profunda y posesivamente. Paula se fundió contra sus labios, muy a su pesar—. En realidad te he hecho un favor, Paula. Tu familia está convencida de que esto es un matrimonio por amor y ahora pueden dormir tranquilos y sin preocupaciones financieras —le apartó la mano de los pechos y la dejó caer sobre sus muslos—. Y tú puedes dormir tranquilamente en mi cama, Paula. Me deseas casi tanto como yo a tí, aunque no espero que lo admitas. Pero sé que lo acabarás haciendo.
Paula no dijo nada, pero sabía que la versión que había dado Pedro de su relación les había parecido bien a todos.
El coche se detuvo y él salió primero. Cuando ella lo siguió, se dió cuenta de que no estaban en su calle.
—Paula, tenemos mucho de lo que hablar esta noche. Me marcho a Nueva York mañana y tenemos que decidir los detalles de la boda antes de marcharme. Y no pretendo hacerlo en casa de tu marido fallecido, por eso estamos aquí —explicó él, adelantándose a su pregunta.
Ella se detuvo, a punto de negarse, pero no pudo.
—De acuerdo.
—Muy bien —le dijo él, acompañándola a la entrada—. Sam —le dijo al portero uniformado—, ella es Paula, mi prometida. Me marcho mañana, pero ella vendrá a instalarse la semana que viene, así que me gustaría que se la presentara al resto de los trabajadores y que la ayuden con todo lo que necesite.
—¿Es eso necesario? —preguntó ella, nada más cerrarse las puertas del ascensor.
—¿El qué? ¿Acaso preferías esperar a estar casados para instalarte? Paula, ya eres mayorcita y sabes tan bien como yo las reglas del juego. Tenemos un trato, y cuanto antes lo aceptes, mejor para los dos.
 Paula estuvo a punto de salir corriendo en dirección contraria cuando él abrió la puerta de su casa, pero Pedro sintió su temor y le rodeó los hombros con el brazo. Poco después estaba sentada en el sofá mientras Pedro preparaba unas bebidas.          
—Aquí tienes el vaso de agua que me has pedido —le dijo, acercándole un bonito vaso de cristal tallado—. Paula, he estado informándome y he averiguado que en Inglaterra se necesitan dieciséis días como mínimo para casarse. Como ya tuviste una gran boda con toda tu familia la primera vez, pensé que podríamos conformarnos con una sencilla ceremonia civil el sábado dentro de dos semanas. ¿Qué te parece?

5 comentarios:

  1. que linda se esta poniendooo ! quiero mas :))

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  2. Ayyyyyyyyy, ojalá Pau le de batalla, que no se la haga fácil jaja. Buenísimos los 2 caps Naty.

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  3. Muy buenos capítulos! Pero Pedro es avasallante, Paula no va a poder manejarlo si no se pone firme!

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