sábado, 22 de noviembre de 2014

Casada por Obligación: Capítulo 35

¿Es que estar casada con Alan no daba suficientes puntos para entrar en el club de las esposas sexys? De repente se dió cuenta de que hacía siglos que no pensaba en Alan, y cuando lo hacía era para sonreír por los buenos recuerdos de su matrimonio, no para llorar.
Recordó cómo Pedro le había invitado a acompañarlo a Nueva York, arrogante y seguro de sí mismo, y cómo ante su negativa, se había marchado enseguida. Paula se sintió culpable. ¿Qué esposa no sabía la fecha del cumpleaños de su marido?
Pedro se levantó de su despacho, cerró el maletín y suspiró. Para lo que le había servido el trabajo, podía haberse quedado en casa. Pero, ¿dónde estaba su casa? En cualquier parte donde se encontrase su sexy esposa. Había empezado a desagradarle el apartamento de Londres porque, a pesar de que Paula estaba allí, no había intentado imponer su propia personalidad al lugar. Ni siquiera había puesto un cuadro o una planta, y el piso era tan frío como Theo le había dicho. Nada parecido con el acogedor hogar que Paula había compartido con su marido.
Pedro suspiró... vaya cumpleaños. Desde que le había dicho a Paula que lo acompañara y ella se había negado diciendo que no era parte del trato, no había logrado sacudirse el mal humor. Había esperado que Paula superara las circunstancias de su matrimonio, pero al parecer no había sido así.
Pero lo cierto era que no podía culparla por ceñirse al trato: si alguien seis meses antes le hubiera dicho que se casaría y se enamoraría de su esposa hasta el punto de abandonar su trabajo, se habría reído en su cara.
El problema lo tenía él: había intentado complacerla con regalos caros, pero ella no quería nada de él, excepto sexo.
La mayoría de los hombres serían felices con una esposa siempre dispuesta, pero incluso eso empezaba a desesperarlo. En lo físico, se lo daba todo, pero él había llegado a comprender que había una parte de ella muy íntima que le ocultaba.
Al amarla se había hecho más débil. Había descuidado su trabajo; normalmente no hubiera pasado más de dos semanas en Londres en los últimos cuatro meses, pero lo cierto era que ya pasaba allí la mayor parte del tiempo, con Paula...
El sexo era adictivo, pero empezaba a comprender que el amor lo era aún más, y ya era hora de que tomara una decisión. Tenía que seguir como estaba, pero reorganizaría su trabajo para que la central estuviera en Londres. Tal vez comprar una casa más grande y conformarse con lo que tenían... o cortar por lo sano y echar a correr. Dios... ¿cómo podía ponerse de tan mal humor sólo porque su mujer hubiera olvidado su cumpleaños?
No, no lo había olvidado. Paula no sabía cuándo era su cumpleaños porque no se había molestado en preguntar, pero él podía habérselo dicho... sólo que su orgullo no le había dejado. Qué niñería.

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