viernes, 7 de noviembre de 2014

Casada por Obligación: Capítulo 12

Por un segundo, ella se quedó helada de la sorpresa e intentó librarse de él, pero sólo por un segundo. «Otra vez no», suplicó Paula, furiosa contra aquel hombre con modales de cavernícola que no respetaba su promesa de marcharse. Cerró el puño e intentó golpearlo a la vez que levantaba la rodilla con fuerza con el objetivo de alcanzar la parte más débil de su anatomía. Dando una muestra de reflejos, él evitó el golpe, pero perdió el equilibrio y cayó al sofá, arrastrándola con él.
Antes de saber qué había pasado, Paula se vió tumbada sobre el sofá, de espaldas, con él sobre ella. Intentó zafarse de él de nuevo, pero él le atrapó las manos y se las sujetó por encima de la cabeza.
—Basta —dijo él—. No toleraré más violencia de una diablesa como tú.
—¿Y cómo llamas a esto? —gritó ella, revolviéndose, pero como respuesta a su movimiento, notó su erección creciendo contra su muslo y fue consciente de su error. Lo último que necesitaba era a Pedro excitado sexualmente.
—Una lección de cómo saludar a tu amante —dijo con una sonrisa, y ella supo que iba a besarla.
Ella apartó la cabeza a un lado para evitarlo, pero eso le dio acceso a su cuello. Ella gimió mientras sus labios subían por su piel hasta su oreja.
—Porque —añadió él—, aunque no te guste, yo soy tu último amante, y no tu marido.
Enfurecida por su comentario, luchó para liberarse, pero el calor de su aliento en su cuello, su olor familiar y el peso de su cuerpo sobre ella le traían una multitud de recuerdos que había intentado por todos los medios hacer desaparecer.
Pedro le tomó la barbilla y le obligó a mirarlo.
—Sabes que tengo razón —murmuró, y le besó pidiéndole acceso y que se abandonara al deseo que había surgido entre ellos desde el primer momento que se vieron.
Ella luchó contra el deseo de entregar sus labios a las caricias de su lengua, y tal vez lo habría conseguido si él no hubiera sido un amante tan experimentado; cuando le deslizó la mano bajó el top para acariciarle el pecho, una oleada de excitación arrasó su cuerpo para llegar hasta su vientre.
Sus labios se abrieron involuntariamente a la lengua de Pedro, que se abrió paso con un erotismo que encendió su pasión de un modo incontrolable.
Pedro encontró la rosada punta de sus pezones y la acarició hasta endurecerlo de placer. Repitió el proceso con el otro a la vez que le devoraba la boca con pasión.
Él levantó la cabeza y ella gimió levemente. Como si fuera la señal que Pedro estaba esperando, le quitó el top. Cuando Paula abrió los ojos, él ya no tenía la chaqueta puesta y la miraba con ojos hambrientos. Después, él bajó la cabeza y volvió a besarla, primero los labios, la garganta y más abajo... con la lengua empezó a dibujar círculos alrededor de sus pezones hinchados, para después lamerlos y mordisquearlos.
Paula arqueó la espalda en respuesta a la excitación que recorría su cuerpo. Había pasado mucho tiempo desde que estuvo en brazos de aquel hombre por última vez, desde que había sentido el exquisito placer de la excitación sexual y Pedro la había seducido. Ella lo atrajo más hacia su cuerpo poniéndole la mano tras la nuca, a la vez que acariciaba su pelo negro. Cerró los ojos al rendirse completamente a la sensación física. Después sintió que le ponía la mano en el vientre, pero no recordaba cuándo le había desabrochado los pantalones. No le importó sentir sus dedos deslizarse bajo sus braguitas de encaje y buscar en centro de su sexo.
Pedro levantó la cabeza, sus ojos ardientes sobre el cuerpo semidesnudo de Paula. Ella era tal y como recordaba y tal vez más, y estuvo a punto de explotar al ver su bello rostro sonrojado de pasión, sus preciosos ojos... cerrados.
Pedro emitió un gruñido y se apartó.
—Abre los ojos, Paula—le pidió firmemente. Ella obedeció y lo miró con ojos ardientes de deseo—. Di mi nombre.
—Pedro—murmuró ella, casi sin aliento, a la vez que intentaba apartarle la camisa de los hombros.
—Otra vez —insistió él, para después inclinarse a lamer un pecho, después el otro, y volver a sus labios. Sintió que ella se movía y deseó entrar en ella, con dureza, inmediatamente—. Mi nombre, Paula—pidió de nuevo.
—Pedro —gimió ella—. Pedro, no pares.
—Bien. Muy bien —y después, apretando los dientes y con un esfuerzo sobre humano, se apartó de ella y se puso de pie.
Paula lo miró con los ojos nublados de pasión e involuntariamente levantó una mano hacia él. Sintió el aire frío contra sus pechos desnudos, pero esa frialdad no era comparable a la de sus ojos al mirarla.
—Tenemos que parar porque, aunque dices mi nombre con ansia, no quiero que vuelvas a confundirme con tu marido ni con ningún otro hombre de nuevo.
Paula tembló ante su implacable tono de voz. Algo había ido mal, y al sentirlo, se sentó.
—Y por preciosa que seas y deseosa que estés —alargó la mano y le apartó un mechón de pelo de la frente—, no tengo intención de hacerte el amor en este lugar dedicado a la memoria de tu esposo muerto —su voz sedosa fue como un jarro de agua fría para los sentidos recalentados de Paula—. La próxima vez que hagamos el amor será en el momento y en el lugar que yo elija, Paula. Ella lo miró incapaz de creerlo. Reconoció el cínico brillo triunfal de sus ojos grises, el deseo que agrandaba sus pupilas y apartó la cabeza. ¿Había hecho aquello sólo para alimentar su enorme ego? ¿Cómo podía ella haber sido tan tonta?

4 comentarios:

  1. wow buenísimo, seguí subiendo!!!

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  2. Muy buenos capítulos! Pobre Pau! la dejaron con las ganas! ;)

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  3. Jajajajaja, geniales los 2 caps Naty!!! Está buenísima esta historia!!!!!!!

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  4. Nanananan Pedro dejo con ganas a Pau jajajajajajaj ¡ esta buenisima la nove Naty

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