jueves, 13 de noviembre de 2014

Casada por Obligación: Capítulo 24

—¿Vas a hacerme esperar hasta la boda, Paula? —dijo, e inmediatamente se maldijo por su estupidez. Tenía una mujer maravillosa entre los brazos y se paraba a preguntar—. ¿Tomas la pildora? —añadió, como si con ello quisiera justificarse.
—No a las dos cosas —respondió ella, rindiéndose a los dictados de su cuerpo, y se pasó la lengua por los labios hinchados, recordando el sabor de Pedro. Él la levantó inmediatamente en brazos y ella chilló—. ¿Qué estás haciendo?
—Te llevo a la cama —dijo, riendo ante su sorpresa, y segundos después, Paula se vió en la habitación.
Pedro se desabrochó los botones de la camisa con aire triunfal mientras ella, consciente de su semidesnudez, se cruzaba de brazos, pero sin dejar de mirarlo, fascinada.
Era un hombre magnífico, de espaldas anchas y pecho musculoso cubierto de un fino vello negro que desaparecía bajo el elástico de sus bóxers de seda negra. Paula se sonrojó aún más al ver bulto que se adivinaba bajo la fina tela, pero era incapaz de quitarle los ojos de encima. ¿Qué le estaba pasando?
—No tienes que sonrojarte, Paula —dijo él, tumbándose a su lado—. Y tampoco tienes que ocultar tu precioso cuerpo —le tomó una de las manos y se la colocó sobre sus hombros, y la otra sobre la cama, revelando sus preciosos pechos a sus ojos—. Tienes unos pechos perfectos —murmuró, y ella se estremeció por dentro. Después se inclinó para lamer primero un pezón y luego el otro, haciendo que ella se arquease hacia él—. Quiero verte desnuda —el vestido y las braguitas de encaje cayeron al suelo—. Quiero ver tu pelo extendido sobre mi almohada — y le soltó el moño.
Temblando de excitación, a Paula lo que menos le importaba era su pelo. Deseaba que la besara de nuevo, e intentó atraerlo hacia ella. Él sabía lo que Paula quería y, con una sonrisa, le rozó los labios con los suyos. Ella gruñó desilusionada.
—Paciencia, Paula. Quiero explorarte entera, quiero saborearte entera — y la acarició desde los pechos hasta los muslos, mientras dejaba un rastro de besos por sus labios, sus párpados, sus mejillas—. Esta vez no quiero que te queden dudas de a quién perteneces.
Paula abrió los ojos de golpe al oír eso, pero hacía mucho que no estaba desnuda en brazos de un hombre y que no sentía el fiero placer de la excitación. Deseaba a Pedro y lo atrajo hacia sí. Esta vez el beso no la decepcionó.
Pedro le tomó el pecho con una mano mientras acariciaba con los dedos la sensible punta. Ella dejó escapar un gemido; estaba ardiente de deseo por él. El deslizó la mano más abajo, hasta encontrar el cálido centro de su feminidad y sus gemidos de placer se incrementaron, a la vez que le clavaba las uñas en la espalda. El cuerpo de Paula estaba tenso como un arco y deseoso de sentir al máximo su posesión, pero no quería que dejara de acariciarla de un modo tan delicioso.
—Ábrete para mí, Paula —murmuró él, y volvió a atrapar su boca en un beso salvaje mientras se colocaba entre sus piernas.
Ella sintió la dura erección contra sus muslos, pero él no fue más allá. Ella gimió, desesperada por más, pero él la miró con una furia casi salvaje y dijo:
—Aún no. Quiero que recuerdes esto toda tu vida.
Después volvió a lamerle los pechos y ella se aferró a sus hombros con una mano mientras con la otra buscaba entre sus muslos su dura erección. Estaba atrapada en un juego en el que sólo él conocía las reglas, y por eso él le apartó la mano y se la sujetó contra el colchón mientras seguía explorando su cuerpo y dándole un placer que ella no había imaginado que pudiera sentirse. Volvió a besarla e introdujo los dedos entre sus piernas para volverla loca de placer. Paula no podía aguantar más y suplicó:
—Por favor, Pedro...
Al escucharla, él le levantó las caderas y la penetró profundamente con una fuerza que le hizo gruñir de delirio. Por primera vez en veinte años estaba haciendo el amor sin protección, y se detuvo para mantener el control de una situación que amenazaba con hacer explotar cada átomo de su cuerpo.
—Pedro—gritó ella, sintiéndolo retirarse—. No, no... no pares —gimió.
—No podría aunque quisiera —masculló él, y empezó a penetrarla una y otra vez a un ritmo primitivo que Paula correspondió hasta que pocos segundos después, su cuerpo se convulsionó en un brutal climax.
Paula sintió que Pedro la acompañaba y derramaba su semilla en su interior justo antes de caer sobre ella. Se aferró a él por instinto, sorprendida por la intensidad del acto. Sus respiraciones atormentadas era lo único que se oía en el cuarto.
Unos minutos después, él se apartó a un lado y la miró a la cara.
—Ha sido fantástico, Paula —declaró con una gran sonrisa—. Por si tienes dudas, es la primera vez que lo hago sin protección desde que era adolescente, y estoy completamente sano, así que no tienes nada de lo que preocuparte.
Su tono de satisfacción masculina fue lo que enfureció a Paula, mostrándole que no estaban igualados en el terreno sexual. Ella , sólo había estado con Alan, mientras que él era todo lo contrario.
—Te lo agradezco —repuso ella, irónica—. Pero ahora tengo que marcharme —y se apartó de él—. Los viernes siempre hay mucho trabajo y además me toca ir al mercado a las cinco de la mañana.
Se puso el vestido sin molestarse con la ropa interior antes de atreverse a mirar a Pedro. Él estaba aún tumbado en la cama, con el pelo revuelto y la cabeza apoyada en la mano.
—¿Seguro que no puedo tentarte para que vengas a la cama de nuevo? Yo no salgo para Nueva York hasta las nueve.
Paula sabía que él sería capaz de tentar hasta a una santa.
—No, recuerda nuestro trato, Pedro. Yo seguiré con mi trabajo.
—De acuerdo —se levantó de la cama maravillosamente desnudo—. Pero recuerda que tienes que trasladarte antes de que yo vuelva de Nueva York —la besó con fuerza en la boca—. Dame cinco minutos y te llevaré a tu casa.
Paula se preguntó si Pedro estaría celoso de su marido y de la vida que había llevado con él... No, era imposible. Eso significaría que ella le importaba, y tenía claro que no era de ese modo.
Cuando él salió del baño, ella estaba ya completamente vestida intentando volver a recogerse el pelo.
Veinte minutos después, la dejó frente a su puerta con un beso, físicamente agotada, pero sin poder detener sus pensamientos. Ya no se reconocía... ¿Qué la había impulsado a casarse con Pedro? ¿Cómo dejaba que un hombre al que no quería y en el que no confiaba le hiciera el amor? Cerró los ojos, avergonzada. Lo cierto era que no sólo había dejado que él le hiciera el amor, sino que ella había participado activamente, como su cuerpo dolorido no dejaba de recordarle.


Estos caps se los dedico a @aliciajustaacos, Ali acá tenés los caps que querías, espero que te gusten.

4 comentarios:

  1. Divinos los 2 caps. Para cuándo me vas a dedicar caps a mi?? Quiero algunos donde ya se den cuenta que están enamorados.

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  2. Ayyyyyyy ! Naty GRACIASSSS !! jajajajajajaj maravillosos capítulos.. ;)

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  3. Buenísimos los 2 capítulos!!! Cuando van a empezar a darse cuenta q es mucho más q un casamiento por conveniencia? Me encanta la nove!

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