domingo, 23 de noviembre de 2014

Casada por Obligación: Capítulo 38

Paula lo miró asombrada al ver lo furioso que estaba sin poder comprender... ¿Estaría celoso?
—Yo nunca...
—¡Calla! —le gritó—. No puedo seguir soportando tus mentiras. Te agarras a tu pasado como un cojo a sus muletas, pero tu cuerpo no siente esas limitaciones, ¿o sí, mujercita mía? —y la levantó en brazos—. Podría tomarte en esa cama en un segundo.
Pedro le sujetó la cabeza de modo que estaba totalmente inmóvil.
—Pedro, por favor... —gimió ella.
Antes de decir nada más, su boca capturó la de ella y la besó con brutalidad. Cuando se retiró, ella intentó apartarse, temblando de pies a cabeza, pero al tomarla por sorpresa, él la empujó sobre la cama.
Ella se quedó sin aliento y empezó a enfurecerse: no sabía qué había hecho para enfurecerlo tanto, pero, celoso o no, no iba a dejar que la tratara de ese modo. Quiso levantarse, pero él se puso sobre ella, inmovilizándola.
—¡Pedro!
—Sí, dí mi nombre —su sonrisa era heladora—. Quiero que sepas quién te va a poseer en la cama de tus queridos recuerdos. No podrás volver a dormir aquí sin acordarte de mí.
Ella intentó apartarlo, pero su pecho era una muralla sólida. Él le arrancó la blusa y le quitó el pantalón sin miramientos. Después empezó a tocarla febrilmente, mientras ella le pedía que parara a la vez que la familiar sensación de excitación le corría por las venas.
Pedro se colocó entre sus piernas y le devoró los labios y la boca, a lo que ella correspondió con igual deseo. Paula empezó a gemir y a sacudir la cabeza, frenética de placer. Lo buscó con las manos, su pelo y su pecho. Era consciente de la erección que se movía contra ella, del calor de sus cuerpos acercándose a la incandescencia, cuando de repente él se detuvo.
Por un momento se quedó sobre ella, intentando recuperar el aliento y mirándola.
—¿Qué estoy haciendo?
Ebria de pasión y excitación, no pudo soportar verlo retirarse y arreglarse los pantalones y el jersey.
—Y pensar que llegué a creer que podía que... —Pedro se detuvo y sacudió la cabeza—. Menos mal que me he enterado a tiempo. No eres más que una mujer que se vende al mejor postor.
—¿Cómo puedes decir eso? —gritó ella, sentándose de un salto, y él no la miró a los ojos—. ¿Qué te ocurre? —le dijo, con cierto tono de súplica en la voz.
—¿Es que no te lo imaginas? Te encuentro aquí, en la cama de tu marido fallecido, llorando.
—No estaba llorando... —dijo ella, pero él no la escuchaba.
—Me has decepcionado —le espetó, y Paula sintió un escalofrío—. Quiero la separación —la miró despectivamente—. Fui un tonto al pensar que las cosas podrían funcionar. Haré que te envíen tus cosas del piso. Mantendrás tu pensión y puedes hacer lo que quieras con ese dinero. No quiero volverte a ver.
Ella lo miró y vio un profundo desagrado en sus ojos grises, en la fina línea de sus labios, los mismos labios que la habían vuelto loca hacían unos segundos... Paula se giró y empezó a ponerse los pantalones. Había deseado a Pedro en ese momento con un ansia que la avergonzaba, y por fin se admitió a sí misma lo que sabía desde el primer día.

4 comentarios:

  1. Wow! que capítulos! Qué reacción tan exagerada la de Pedro... decirle todas esas cosas cuando él la puso en esa situación, ella nunca le pidió nada... Y ahora quiere la separación!?

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  2. Qué le pasa a Pedro??? Está loco???????? No entiendo nada, por favor que se aclare pronto todos estos pensamientos que tiene él.

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  3. noo que no se separen uqe la deje explicarle rociibell23

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