miércoles, 28 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 70

 –¿Que la has dejado en la isla? ¿Sola? 


Pedro encogió los hombros.


–¿Y qué? Yo tenía que volver.


–En ese caso, ¿Por qué no ha vuelto contigo?


–Porque no se lo pedí.


–¿Y por qué no lo hiciste, si se puede saber? –preguntó Diana–. ¿Han discutido?


–Es… Complicado.


Diana se cruzó de brazos y lo miró como miraría una madre a su hijo adolescente después de haber suspendido un examen importante.


–Lo has estropeado todo, ¿Verdad? 


Pedro lanzó un bufido.


–No me apetece someterme a un interrogatorio. Te pago por trabajar, no te pago para que te metas en mi vida privada.


–No tenías una vida privada antes de estar con Paula –dijo Diana–. Esa chica es lo mejor que te ha pasado en la vida. Aunque me ha parecido raro que no aparecieran fotos tuyas en Internet de vuestra estancia en la isla. Sí, eso me ha parecido raro. Espero que no te pasaras todo el tiempo pegado al móvil. Hicimos lo posible aquí para que tú pudieras relajarte, pero nos topamos con el problema del código y…


–¿Qué tiene de malo que quiera que mi vida privada sea privada y nada más? –dijo Pedro conteniendo apenas su irritación–. No veo por qué la gente tiene que saber dónde me he tomado el último café o qué he desayunado.


–Es una forma de conectar con la gente.


–¿Ah, sí? Pues yo prefiero hacerlo a la antigua usanza.


–¿Es eso lo que has hecho durante los últimos cinco años? – preguntó Diana en tono burlón.


Luke respiró hondo y, una vez más, se volvió para dirigirse a su despacho.


–Sabía que no debería haberte subido el sueldo.


–¿Quieres que te lo devuelva? 


Pedro lanzó una furiosa mirada a su secretaria.


–No, guárdatelo, y tus opiniones también. ¿Ha quedado claro?


 Diana hizo un saludo militar.


–Sí, señor.



Paula regresó a Londres al día siguiente. Estaba tan deprimida que incluso una azafata le preguntó si se encontraba mal. Se secó los enrojecidos ojos con un pañuelo y contestó que se debía a una alergia. Y cuando pasó la aduana y vio a parejas abrazándose después de reunirse, se sintió como si le estuvieran estrujando el corazón. ¿Por qué Pedro no podía quererla? ¿Por qué no quería pasar el resto de la vida con ella? ¿Por qué la había abandonado igual que habían hecho todos los demás a los que había querido? No había podido quedarse en la isla sin él. Cada rincón, cada estancia, las vistas… Todo le recordaba el tiempo que habían compartido. Ahora solo le quedaban los recuerdos. Ni siquiera tenía fotos de los dos juntos porque él, cabezonamente, se había negado a salir en ellas. Sin que él se diera cuenta, le había sacado algunas, pero ninguna con los dos juntos. Era como si esos días en la isla no hubieran sido reales, solo un espejismo. Igual que su vida. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario