miércoles, 21 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 52

 –Estupendo. En ese caso, nos llevaremos los tres –Pedro se los quitó de las manos y se los dió a la dependienta–. Vamos a llevarnos esto.


La joven dependienta sonrió a Paula, cobró a Pedro, envolvió los bikinis y los metió en una bolsa con el logotipo de la tienda.


–¡Qué suerte! Es el novio perfecto. Por cierto, me encanta todo lo que escribe en su columna. Sus consejos dan siempre en el clavo.


–Gracias –dijo Paula agarrando la bolsa.


–¿Es ese su anillo de compromiso? –preguntó la dependienta clavando los ojos en la mano izquierda de Paula–. ¿Le importaría enseñármelo?


Paula levantó la mano para que la joven lo viera bien y fue entonces cuando se dió cuenta de que no era la clase de anillo que Pedro le compraría a su prometida si la tuviera. El anillo era demasiado grande y llamativo, y no le quedaba bien. Era la típica sortija propia de un nuevo rico, elegida con el fin de dejar claro el estatus social.


–Es un anillo precioso –dijo la dependienta–. Espero que los dos sean muy felices, aunque supongo que ya lo son. Hacen una pareja perfecta.


Paula estaba deseando salir de allí y se alegró mucho cuando Pedro y ella, de la mano, se marcharon de la tienda.


–¿Te apetece un café antes de volver a casa? –preguntó él.


–Creo que necesito algo más fuerte que un café.


–Ese anillo que llevas es horrible –comentó Pedro tocándolo–. Y, además, no es un brillante auténtico.


–¿Cómo sabes que no es un brillante?


–Es una buena imitación, eso sí. 


Paula hizo una mueca.


–Me habría comprado uno de verdad si hubiera tenido dinero para ello. 


Pedro esbozó una sonrisa ladeada.


–Eres muy chistosa, ¿Verdad?


–Sí, así soy yo, un chiste andante. 


Pedro frunció el ceño. 


–Eh, vamos –dijo él poniéndole una mano en la barbilla y obligándola a alzar el rostro–. Cielo, no me estoy riendo de tí. Me gusta como eres.


A Paula le dió un vuelco el corazón.


–Me has llamado cielo.


Pedro apartó la mano del rostro de ella.


–¿No era ese el trato? ¿No se supone que tengo que decirte cosas cariñosas en público? Cielo, cariño, mi vida… ¿No habíamos quedado en eso?


–Sí…


–¿Pero?


–No creía que lo harías –respondió Paula encogiéndose de hombros.


–¿Por qué dices eso? –preguntó Pedro mirándola a los ojos.


–Tú no eres dado a decir cosas que no sientes –respondió ella.


–Gracias a mi padre –Pedro le agarró la mano y volvieron a echar a andar–. Mi padre hablaba mucho, pero luego no hacía nada de lo que decía. A veces me pregunto qué vio mi madre en él. No parece su tipo.


–Eso mismo les ocurre a muchas de mis lectoras –comentó Paula–. Es como si las mujeres estuviéramos programadas para elegir a la peor pareja posible. Y muchas lo hacen constantemente, no aprenden. 

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