miércoles, 21 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 55

Por extraño que pareciera, a la gente de la oficina no pareció sorprenderles que estuviera «Prometido» con Paula Chaves.


–No sabes cuánto me alegro por tí –dijo Diana, su secretaria, una mujer de mediana edad–. Me encanta la columna de Paula, la leo todas las semanas. Sus consejos evitaron que el año pasado me divorciara de Jorge.


Pedro frunció el ceño.


–No sabía que hubierais tenido problemas. 


Diana alzó los ojos al techo.


–Iba a separarme porque había dejado de ayudarme en las tareas domésticas, mientras yo hacía cosas en la casa, él se quedaba sentado delante del televisor sin inmutarse. Pero Paula, en su columna, observó que las parejas no se divorcian por cuestiones de quién hacía la colada y quién no. Hay cosas más importantes que eso. Y tenía toda la razón. El pobre Jorge estaba pasando por momentos difíciles con su negocio, lo que le tenía deprimido, de mal humor y cansado. Le daba vergüenza decírmelo. De no haber sido por los consejos de Paula, puede que siguiera sin saberlo. Esa chica es un genio.


Pedro no pudo contener una sonrisa.


–Es muy especial, ¿Verdad?


 Diana le devolvió la sonrisa.


–Hacía mucho tiempo que no te veía tan contento –Diana se inclinó hacia delante y, adoptando una expresión seria, apoyó los codos en el escritorio–. Supongo que no querías que se supiera lo de Paula y tú por respecto a la familia de Victoria. Pero estoy segura de que se alegrarán por tí. Han pasado ya cinco años.


Como siempre que pensaba en la familia de Victoria, a Pedro se le hizo un nudo en el estómago. Había llamado a los padres de Victoria para explicarles que el noviazgo era falso, que se trataba de un favor que estaba haciéndole a Paula. No podía permitir que los padres de Victoria pensaran que tenía novia y no se lo había dicho.


Pedro iba andando camino a su casa, donde Paula le esperaba para ir desde allí al aeropuerto, cuando pasó por delante de una joyería.  Se detuvo delante del escaparate y, al momento, se preguntó qué estaba haciendo. Sin embargo, no podía dejar de pensar en la vergüenza que ella parecía haber pasado en la boutique de los bikinis al enseñarle el anillo falso a la dependienta. ¿Por qué no podía comprar a Paula un anillo del que no tuviera que avergonzarse? Ella se lo merecía. Además, él mismo se sentiría mejor, sería una compensación por haber establecido un límite de tiempo tan corto a su aventura amorosa.  Entró en la joyería, pidió que le enseñaran el colgante con un brillante que tenían en el escaparate, lo compró y continuó el camino a su casa. Le sorprendía las ganas que tenía de pasar una semana en aquella isla. Y no solo porque hacía mucho que no se tomaba unas vacaciones… ¿Cuándo habían sido las últimas? Hacía tanto tiempo que ni se acordaba. De lo que sí se acordaba era de que había ido solo. Sin embargo, una semana con Paula en una isla privada era un sueño hecho realidad. Estaba entusiasmado. No solo porque se llevaban maravillosamente en la cama, sino porque le gustaba estar con Paula, se divertía con ella, lo pasaba muy bien en su compañía. 

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