lunes, 26 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 61

 –Se te ha puesto roja la naríz. 


Paula arrugó la cara.


–No sabes cómo te envidio, no te pones rojo, te pones moreno. Yo me pongo roja, me pelo y me salen más pecas.


Pedro le acarició la nariz.


–Me gustan tus pecas.


Paula sonrió y pasó un dedo por los labios de Pedro.


–¿Vamos a acabar lo que empezamos antes del baño?


 Tiró de ella hasta ponerla de pie.


–Me gusta hacer el amor al aire libre, pero no quiero que te quemes. Venga, vamos adentro.


–Bien. 


Pedro la besó con pasión antes de llevarla al interior de la casa. Al despertarse de una relajante siesta después de haber hecho el amor, se dió cuenta de que Paula no estaba a su lado en la cama. Echó un vistazo al móvil, que había dejado encima de la mesilla de noche, y se sorprendió al ver que habían pasado dos horas. Fue entonces cuando oyó ruidos provenientes de la cocina, en el piso bajo, y sonrió para sí mismo al imaginar a Paula trajinando en la cocina; al parecer, eso era una diversión para ella. Para él, la comida era algo puramente funcional. Comía cuando tenía hambre y dejaba de comer cuando sentía el estómago lleno. Sospechaba que eso se debía a tantos años de vivir solo. Sus pensamientos se desviaron a la conversación que habían tenido en la piscina. No sabía por qué ella había querido hablar de su relación en el futuro. ¿Habría sido para advertirle sobre la posibilidad de aparecer con otro hombre en casa de su familia? ¿Por qué iba él a ponerse celoso? Paula tenía todo el derecho del mundo a hacer lo que quisiera con su vida una vez acabadas sus relaciones. Ese era el trato: Una semana, solo una semana. Pero se le hizo un nudo en el estómago al pensarla con otro hombre. ¿Tendría él que asistir a su boda? ¿Tendría que ver a otro hombre prometer amarla durante el resto de sus días? No, ni hablar. Pedro bajó las escaleras y la encontró poniendo la mesa en la terraza con vistas al mar. Iba vestida con un atuendo informal que él le había comprado y llevaba el cabello recogido en un nudo, la mezcla le daba aspecto bohemio. Ella, que estaba doblando una servilleta, alzó el rostro y sonrió.


–¿Has dormido bien? Fui a verte hace una hora y estabas dormido como un tronco.


–Deberías haberme despertado.


Paula imitó la mueca que él había hecho. 


–Vaya, estás de mal humor. Creo que deberías haber dormido un poco más.


«No tiene gracia si no estás en la cama a mi lado». Pedro no podía decir eso en voz alta porque ni siquiera le gustaba pensarlo. Era como admitir que la necesitaba y él no necesitaba a nadie.


–¿En qué puedo ayudarte?


–Abre una botella de vino o… ¿Prefieres champán?


–¿Qué prefieres tú?


–Champán –respondió Paula con un brillo en la mirada–. Es la primera vez que estoy de vacaciones en una isla privada y… Bueno, en realidad, has sido tú quien ha ganado el premio.


–Encantado de que me acompañes –dijo Pedro–. Me alegra que lo estés pasando bien. 

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