miércoles, 7 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 39

Ese era el motivo por el que nunca antes había hecho el amor. Nadie la había excitado hasta ese punto. Nadie la había hecho sentirse querida no solo por su cuerpo. Con Pedro, se sentía a salvo y comprendida. Los dardos del deseo la hicieron consciente de todos y cada uno de los rincones de su cuerpo, algo nuevo para ella. La desazón en la entrepierna se tornó insoportable, un palpitante anhelo que rogaba la posesión del duro cuerpo de Pedro. Un anhelo que solo él podría satisfacer. Sin separar la boca de la de ella, Pedro la empujó hacia la cama, los muslos de él en contacto con los suyos y provocando una enfebrecida expectación. Todas y cada una de sus zonas erógenas esperaban con ansia las caricias de él. Notó la hinchazón de su sexo, el cosquilleo, los espasmos mitad dolorosos mitad placenteros. La acostó en la cama y después se tumbó a su lado; entonces, le acarició el cuerpo muy despacio, desde los senos a los muslos y hacia arriba otra vez. Entonces, colocó el rostro encima de uno de sus pechos, acercó la boca y comenzó a lamérselo. La sensación fue exquisita. Abrió la boca sobre un pezón, continuó lamiéndolo y, después, lo chupó hasta hacerla gemir de placer. Cambió de pecho, le sometió a la misma tortura y un extraordinario deleite se apoderó de ella.


–Eres preciosa –le dijo Pedro junto a la boca–. Toda tú eres preciosa.


Paula no estaba acostumbrada a recibir halagos y pensó que quizá Pedro solo quisiera hacerla sentirse más cómoda con él. Pero ya se sentía cómoda con él. De no ser así, no se habría plantado medio desnuda delante de él.


–Cuidado con lo que dices, me voy a hinchar como un pavo –dijo ella con una sonrisa irónica.


–Aquí el único que se está hinchando soy yo –dijo Pedro con una media sonrisa y brillo en los ojos.


–Ya me he dado cuenta.


Paula rodeó el miembro de Pedro con una mano para examinarlo. Estaba grande y duro, y le produjo un gran placer saber que ella era la causa. Él lanzó un gruñido; después, respiró hondo y, al tiempo que soltaba el aire, retiró la mano de ella y la sujetó en la suya.


–No quiero precipitarme. Quiero darte tiempo. 


Paula estaba sumamente excitada, no creía posible estar más excitada. Pero, cuando Pedro volvió a posarle la boca en los pechos, su deseo aumentó. Su respiración fue haciéndose más sonora mientras los labios, la lengua y los dientes de Luke le encendían el cuerpo entero.


–Quiero saborearte –susurró él.


Era la primera vez que Paula se daba cuenta de lo excitante que podía resultar la voz de un hombre. Había leído artículos sobre ese modo de dar placer, pero jamás había imaginado que le ocurriera a ella. Había pensado que la timidez y la vergüenza le impedirían exhibirse así delante de un hombre. Pero, por extraño que resultara, no sentía ni vergüenza ni timidez. Todo era perfecto. Eso era lo que quería y necesitaba. Y Pedro también. 

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