miércoles, 21 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 53

 –La cuestión es… –Pedro se interrumpió momentáneamente–. Creo que mi madre sigue enamorada de mi padre, a pesar de lo mucho que él la ha humillado. No lo entiendo. ¿Por qué?


«Porque es una mujer enamorada».


–Supongo que es una cuestión de química –dijo ella–. Te enamoras y te enamoras y ya está. 


Continuaron andando hasta llegar a un lujoso bar restaurante del que Paula había oído hablar pero en el que nunca había estado. Después de entrar, les condujeron a un íntimo rincón y se sentaron en un sofá de terciopelo. Paseó la mirada por la exquisita decoración, casi no podía creer que estaba allí. Hacía mucho tiempo que quería visitar aquel establecimiento, pero estaba fuera de su alcance económicamente.


–¿Qué te apetece? –le preguntó Pedro pasándole el menú de los cócteles–. ¿Un cóctel y cacahuetes o algo con más sustancia?


«Me apeteces tú».


–¡Este sitio es increíble! ¡Mira los platos que tienen en la carta! Y los cócteles son sorprendentes. Me apetece probarlos todos. En fin, supongo que podré empezar la dieta mañana.


Pedro le lanzó una mirada de censura.


–Como vuelvas a pronunciar la palabra dieta no respondo de mis actos.


–¿No crees en las dietas de adelgazamiento? – preguntó Paula con expresión de sorpresa.


–La mayoría de la gente que se pone a dieta gana peso en el momento en que la deja, eso para empezar. En segundo lugar, tú estás bien como estás.


–Gracias por el halago –Paula extendió el brazo sobre la mesa para agarrarle la mano–. Llevo años que no me gusto.


Los cálidos y fuertes dedos de Pedro estrecharon los suyos.


–Tienes un cuerpo precioso.


Paula sonrió y luego clavó los ojos en sus manos unidas. Sería maravilloso llevar el anillo de compromiso de Pedro en vez de ese brillante falso que ella misma se había comprado. Poco tiempo después, un camarero les llevó las bebidas y una bandeja con comida para compartir. Se recostó en el respaldo del sofá y comenzó a beber su cóctel, que pareció subírsele inmediatamente a la cabeza; o quizá su mareo se debiera a que Pedro la contemplaba como si estuviera pensando en la noche anterior. Bajó los ojos y los clavó en los adornos del borde de la bandeja con comida.


–Supongo que el hecho de no tener unos padres que me quisieran incondicionalmente ha hecho que dude constantemente de mí misma.


–Teniendo en cuenta todo lo que has pasado, es comprensible.


Paula suspiró.


–Tengo que confesar que Carolina siempre me ha dado un poco de envidia. Tu hermana contaba con dos padres, al menos tu madre nunca la ha defraudado, y también cuenta contigo. Es por eso por lo que nunca le he hablado de mi infancia. Por lo que a mí concierne, esa chica con unos padres tan horribles ya no existe. 

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