miércoles, 7 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 36

Paula suspiró y se apartó del armario.


–Lo siento, me parece que no podría ponerme nada de Victoria – se volvió para mirarlo a la cara–. ¿Por qué guardas aquí todo eso? ¿Por qué no lo metes en otro armario o en una caja?


Pedro volvió a cerrar el armario con expresión sombría.


–No he tenido tiempo.


–¿No has tenido tiempo en cinco años? Creo que es tiempo suficiente para…


–Acabaré haciéndolo.


–¿Cuándo? ¿Cuando estés jubilado? –dijo ella–. No es bueno para tu salud mental guardar eso durante tanto tiempo. Te impide superar…


–No creo que tú seas la persona más apropiada para darme lecciones sobre cómo vivir mi vida.


Paula recibió el golpe como lo que era: Un mecanismo de defensa. Pero se retractó. 


–Perdóname por meterme en tus cosas, Pedro. Sé que no es asunto mío cuestionar los motivos por los que aún tienes en tu armario ropa de Victoria. Y tienes toda la razón, no debería emitir juicios de valor sobre tu vida cuando la mía es un completo desastre.


Pedro respiró hondo y después soltó el aire rápidamente.


–Tengo ahí la ropa para no olvidar.


–¿Para no olvidar… A Victoria?


Pedro se acercó a la ventana y le dio la espalda.


–Victoria murió la noche en la que rompí con ella. 


A Paula le dió un vuelco el corazón.


–Oh, no. No sabes cuánto lo siento.


Pedro se volvió de nuevo, dándole la cara, su expresión mostraba pena y culpa.


–No he podido dejar de pensar en eso. Me he preguntado una y mil veces si, de haberle dicho de otra manera lo que le dije, de haber esperado uno o dos días, o unas semanas, no estaría todavía viva.


Paula, perpleja, se le quedó mirando.


–¿Te sientes responsable de su muerte? Pero… 


Pedro clavó los ojos en los suyos.


–¿No te pasaría eso a tí también?


Sí, claro que le pasaría lo mismo. Por supuesto. ¿No seguía culpándose a sí misma por la muerte de su madre? Continuaba sintiéndose culpable por no haber podido descorrer el cerrojo de la puerta para pedir ayuda, a pesar de que entonces era solo una niña.


–Pedro, te entiendo perfectamente. Siento mucho que lleves tanto tiempo sintiéndote culpable. Debe ser horrible.


Los músculos del rostro de Pedro parecieron relajarse tras las palabras de ella, era como si se hubiera librado de parte de la tensión que sentía. 

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