miércoles, 7 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 37

 –Es algo de lo que no he conseguido librarme, no se me pasa. Me siento culpable por cómo rompí con ella. En realidad, también de cómo llevé la relación.


–¿Fuiste feliz alguna vez con Victoria?


–No muy feliz, no –Pedro lanzó un suspiro–. La conocí cuando mi padre estaba rompiendo con otra mujer y ella acababa de dejar a un novio con el que llevaba mucho tiempo. Ahora, con el tiempo, me doy cuenta de que ninguno de los dos estábamos muy centrados. Pero nos llevábamos bien y acabamos juntos, aunque nuestra relación parecía mejor desde fuera que de puertas para adentro. Supongo que yo quería dar la impresión de que éramos felices, no quería dar la impresión de que cambiaba de pareja con la misma facilidad que cambiaba de camisa.


–Pero estuvieron juntos tres años, ¿No? Nadie te hubiera acusado de eso después de un año o dos de relaciones –comentó Paula.


–Lo sé, pero no era capaz de encontrar el momento adecuado para romper –contestó Pedro–. Estuve a punto de hacerlo un par de veces, pero coincidió con que Victoria se enteró de que su ex se iba a casar y después de que iba a ser padre. Lo pasó bastante mal.


–Pedro, por lo que dices, debiste ser un novio maravilloso.


–Así soy yo, un príncipe azul –dijo él con irónica amargura.


Paula decidió que había llegado el momento de hablarle de sí misma, de la culpa que aún sentía, con el fin de que Pedro no se sintiera tan solo y aislado. El sentimiento de culpa aislaba mucho a las personas.


–Yo también me siento culpable por cómo me porté cuando mi madre murió. No me perdono no haber podido conseguir ayuda antes.


–No sabía que había muerto. ¿Qué pasó?


Paula respiró hondo y se preguntó si no sería una equivocación contar más cosas sobre aquel incidente. ¿La vería de diferente manera? ¿Le produciría más rechazo? Al final, decidió contárselo, Pedro le había revelado mucho sobre sí mismo. 


–Una sobredosis de heroína. Murió en la habitación de al lado con una aguja clavada en el brazo.


Pedro mostró perplejidad.


–¿Qué años tenías tú?


–Cinco. Pero lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Siempre me he sentido culpable de ello. No he dejado de preguntarme si yo no sería una niña difícil, si mi madre no podía conmigo y si no fui yo la causa de que se metiera una sobredosis.


–¡Paula, por favor, tenías cinco años! –exclamó él–. Era ella quien debía cuidar de tí. Además, ¿Qué podrías haber hecho tú?


–Quizá, si hubiera ido antes a su habitación…


Paula parpadeó, intentó no pensar en ese día. A pesar de haber sido tan pequeña, no olvidaba el momento en el que había visto a su madre tirada en el suelo al levantarse al día siguiente. Pedro se acercó a ella y le puso ambas manos sobre los hombros.


–Mírame, Paula.


Lentamente, Paula alzó el rostro y sus ojos se encontraron. 

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