miércoles, 28 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 66

 –De acuerdo, señorita Chaves. Durante los próximos días me pondré en tus manos para que me enseñes a disfrutar otras cosas y a relajarme. ¿Estás dispuesta a ser mi profesora?


Paula le guiñó un ojo.


–Por supuesto.



Pedro lo estaba pasando tan bien con Paula que se le llegó a olvidar cargar el móvil hasta dos días antes de tener que marcharse de la isla. Sin embargo, cuando, después de cargar la batería lo conectó, se quedó horrorizado al ver la cantidad de llamadas perdidas que tenía del trabajo. Llamó e, inmediatamente, se enteró de que había problemas con uno de los proyectos más importantes en los que estaba trabajando. Lo que le sorprendió aún más fue que había estado a punto de desconectar el cargador del móvil e ignorar los mensajes y los correos electrónicos que le habían enviado.


–No tienes que venir corriendo –le dijo Diana, su secretaria–. Puede esperar un día o dos más. Solo queríamos que lo supieras por si…


–Naturalmente que tengo que volver –interrumpió Pedro–. Soy el responsable del proyecto. Conozco todos los códigos y puedo solucionar el problema fácilmente. No puedo permitir que algo falle en el último momento. Tomaré el primer vuelo que encuentre. 


–¿Y tus vacaciones con Paula? ¿Es que no quieres quedarte? Podrías solucionar lo de los códigos y darnos la información por el móvil, por Skype o por correo electrónico.


Pedro quería quedarse, y eso era lo que le asustaba. Quería quedarse en esa maldita isla el resto de su vida. No quería separarse nunca de Paula. Pero tenía que hacerlo. La separación iba a resultar más difícil con cada día que pasara con ella, para ambos. ¿Cómo se le había ocurrido semejante locura? No podía dejarlo todo y dedicarse a pasear por la playa, a comer al aire libre y a hacer el amor al atardecer. Eso era para los demás, no para él; para gente que no había sufrido una tragedia y cargaba con un sentimiento de culpa que no le abandonaba jamás. Él tenía responsabilidades, muchas personas dependían de él.


–No –dijo Pedro–. Voy a volver. Este asunto es mucho más importante que unas vacaciones.




Después de cinco días de nadar y de tirarse al agua desde una roca, Paula se debatía entre la diversión y la dura realidad de que aquella diversión iba a acabar cuando la semana llegara a su fin. Hacer el amor y cenar en la playa viendo la puesta de sol, contemplar las estrellas por la noche, cenar a la luz de las velas y prolongados desayunos habían hecho que el tiempo transcurriera con más rapidez de la que ella deseaba. Pedro le había enseñado a pescar, algo que siempre había querido saber hacer, y ella le había enseñado a relajarse. Les quedaban dos días más en la isla; después, de vuelta a Londres. Y eso significaba el fin de su relación amorosa. Pero tenía la sensación de que él estaba pensando en prolongar su relación. Le había sorprendido mirándola con expresión pensativa en numerosas ocasiones. A menudo, cuando estaban tumbados juntos, Pedro jugueteaba con el colgante que le había regalado. 

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