miércoles, 7 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 38

 –Aunque era muy pequeña, me acuerdo de muchas cosas de aquella noche antes de que muriese. Yo tenía mucho sueño y mucha hambre, y mi madre insistió en que me fuera a la cama antes de la hora acostumbrada. Muchas veces me encerraba en mi habitación, cuando… En fin, debió inyectarse sentada en el suelo, al lado de la cama, porque es allí donde la encontré a la mañana siguiente. Habría pedido ayuda antes de haberme dado cuenta de lo que mi madre había hecho. Por eso es por lo que me siento culpable. Esa es la culpa con la que tendré que cargar el resto de mi vida. Podría haberla salvado, pero no lo hice. Lo irónico del asunto es que mi habitación no estaba cerrada con llave esa noche, aunque yo creía que sí. Me acosté y me dormí en vez de protestar porque sabía que podría costarme unos cachetes. Cuando salí de mi cuarto a la mañana siguiente, creía que mi madre estaba dormida, pero no…


–Oh, Paula...


Pedro la rodeó con sus brazos como si fuera una niña pequeña, aterrorizada. Después de unos momentos, la soltó y la miró con una ternura que le llegó al corazón.


–No debes sentirte culpable de eso.


–Lo mismo digo.


Pedro hizo una mueca y se apartó de ella.


–Sí, bueno, presta atención a lo que predico, pero no hagas lo que yo hago. Sé que es muy hipócrita por mi parte, pero así es.


Pedro fue al cuarto de baño de su habitación y volvió con un albornoz.


–Toma, ponte esto.


Paula agarró el albornoz y se fue al cuarto de baño a ponérselo. Al volver al dormitorio, le sorprendió ver que Pedro seguía ahí, delante de la ventana, había supuesto que iba a marcharse.


–Pedro…


Paula dió un paso hacia él; después, dos, cuatro. Al llegar a su lado, por la espalda, le rodeó la cintura con los brazos. Pedro le cubrió las manos con las suyas. Después, se dió media vuelta, le puso las manos en las caderas y la acercó hacia sí.


–Esto es una locura –dijo Pedro mirándole la boca–. Es una estupidez. Entonces, la besó. 


Paula estaba sobrecogida por la pasión de Pedro, provocando en ella una respuesta igualmente apasionada. La lengua de él hizo que su cuerpo cobrara vida, que su deseo sexual la desbordara. Mientras sus lenguas jugaban con extraordinario erotismo, sintió contracciones de arrebato, delirio y frenesí en el sexo. 

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