miércoles, 14 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 45

 –¿Estabas contenta el poco tiempo que estuviste con él? 


Paula sacudió la cabeza.


–No le soportaba. Tenía mucho genio y maltrataba a la novia que tenía por aquel entonces; la obligaba a cuidar de mí y, por supuesto, ella lo pagaba conmigo. Me sentía muy mal con él y, cada vez que la trabajadora social venía a visitarme, yo me deshacía en lágrimas. Pero él la engañaba, diciendo que yo lloraba porque tenía miedo de que me separaran de él. Me sentía sola, perdida y desamparada.


Pedro la abrazó. Los problemas que él había tenido con su padre no podían compararse con lo que Paula había sufrido durante la infancia. Él siempre había podido contar con su madre, seguro de su cariño y protección. Y también tenía a su hermana, que siempre hacía todo lo que podía por mantener unida a la familia. Pero Paula había sufrido durante toda su infancia. ¿Cómo, después de tanta tragedia, había logrado convertirse en una mujer tan abierta, cariñosa y positiva? Se merecía mucho más de lo que había recibido hasta el momento. ¿Podría él, en una pequeña medida, compensarla por tanto dolor como había tenido que soportar? Una idea comenzó a cobrar vida en su cabeza y empezó a echar raíces. Podía llevarla a la isla de vacaciones. La mimaría y la trataría como a una princesa durante una semana. Él también llevaba siglos sin tomarse un descanso y les serviría para conocerse mejor. Además, ella todavía no podía ir a su casa. Era la solución perfecta. Sonó una alarma en su cerebro, pero la ignoró. Sería solo una semana, justo lo que ambos habían acordado. No se trataba de prometerle un futuro juntos. No podía prometer un futuro a nadie. Pedro acarició uno de los rizos de ella, se enrolló un dedo con él y la miró a los ojos.


–Sería una pena perder las vacaciones que he ganado en la rifa. 


La mirada de Paula se iluminó.


–¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo?


–No me importaría nada pasar una semana al sol en una playa. Tendría que solucionar antes algunos asuntos de trabajo, pero…


–¡Oh, Pedro, gracias, gracias, gracias! –Paula depositó diminutos besos en sus labios–. Lo pasaremos en grande. Tendremos una isla entera para nosotros solos.


–¿Cuánto tiempo te llevaría hacer el equipaje? 


Paula hizo una mueca.


–Mi casa. No puedo entrar por ropa y no me apetece ponerme la ropa de…


–Eso no es problema –la interrumpió Pedro–. Iremos de compras. Lo pagaré yo.


Paula se mordió el labio inferior, evitando su mirada.


–No sé si me apetece que me compres ropa.


Pedro agarró la barbilla de Abby y la obligó a alzar el rostro.


–Escúchame bien, ¿De acuerdo? Quiero mimarte. Lo hago más por mí que por tí, así que permite que me dé este pequeño gusto, ¿Te parece?


Los ojos de ella cobraron un brillo travieso.


–Encantada de darte gusto.


Paula arrugó la nariz, le rodeó el cuello con los brazos y acercó la boca a la suya. Pedro cerró la corta distancia entre sus bocas. Acarició los labios de Paula para penetrar su boca y ella, con un suspiro, le permitió entrar. Sintió un intenso calor extenderse por todo su cuerpo, la hirviente sangre fluyéndole hasta la entrepierna. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario