miércoles, 28 de junio de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 68

 –Si vas a decir que te daba pena, me voy a poner a gritar –dijo Paula–. No quiero tu compasión, quiero tu amor.


El móvil de Pedro sonó y éste dejó la bolsa del equipaje en el suelo.


–No contestes –dijo ella–. ¿No te parece que esto es mucho más importante que una estúpida llamada?


Pedro la miró con exasperación; después, se dió media vuelta y contestó el teléfono.


–Sí, ya voy. Sí, todo bien –cortó la comunicación, se metió el móvil en el bolsillo y agarró la bolsa–. Tengo que irme. Me están esperando. 


Le estaba esperando gente más importante que ella. Pedro no lo había dicho, pero no necesitaba hacerlo. Lo había demostrado al elegir dejarla allí sola. No le había pedido que le acompañara. ¿Por qué no? No le iba a llevar mucho tiempo hacer el equipaje. No, quería marcharse sin ella porque, en realidad, había ido allí con ella forzado.


–No has estado realmente aquí conmigo en la isla, ¿Verdad, Pedro? Tu negativa a salir conmigo en las fotos es prueba de que no estabas aquí conmigo totalmente. No te has entregado a estas vacaciones de lleno; superficialmente, sí, pero solo superficialmente. Estás completamente encerrado en ti mismo y te niegas a compartir tu vida con nadie.


–Paula.


–No emplees conmigo ese tono de voz, no me des lecciones, no lo soporto –dijo ella–. ¿Por qué no me has pedido que vuelva a Londres contigo? No, no es necesario que contestes, te lo voy a decir yo. Quieres romper ya nuestra relación, ¿Verdad?


–Para empezar, nunca he querido tener una relación contigo.


La frialdad de la respuesta de Pedro la dejó helada. Estaba tan dolida que casi no podía respirar.


–Bien, de acuerdo, ahora ya lo sé –dijo Paula–. Perdona todas las molestias que te he causado.


Paula se desabrochó la cadena con el colgante y se lo dió a Pedro.


–Toma, no lo quiero. La caja está arriba. Supongo que no querrás esperar a que guarde toda la ropa que me has comprado, ¿Verdad? Porque quiero devolvértela.


–Y yo no quiero ni colgantes ni ropa –dijo Pedro apretando los labios–. Todo eso te lo he regalado.


–Ah, sí, claro, por los servicios prestados, ¿No? –Paula le lanzó una gélida mirada–. Antes de que se me olvide, gracias por ayudarme.


El esfuerzo que Pedro estaba haciendo por controlarse era visible. 


–Disfruta el resto de los días que te quedan en la isla.


–Lo haré –declaró Paula alzando la barbilla.



El vuelo se había retrasado; por eso, cuando Pedro llegó a Londres, a su oficina, un empleado suyo había solucionado ya el problema de informática que había amenazado el proyecto. Siempre había pensado que Luis tenía mucho talento, pero acababa de confirmarlo sin dejar lugar a dudas. Debería haber sentido alivio, pero las palabras de Paula aún resonaban en su cerebro y temía estar a punto de tener otra migraña. Ni por un momento creía que ella estuviera enamorada de él. Lo que le ocurría era que le preocupaban su trabajo y todas esas mentiras que había contado. Faltaban solo dos días para el fin de su relación y a Paula le obsesionaba la idea de mantener intacta su reputación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario