lunes, 28 de junio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 52

Era demasiado maravilloso. Notó un movimiento en su cintura. Pedro había empezado a desabrocharle los botones de la espalda del vestido. Le deseaba. Quería que… quería que… ¡Se detuviera! Deseó gritar y, con un movimiento brusco, apartó el rostro del de Pedro. Vió pasión en los ojos de él, deseo. Durante un instante, se dió cuenta de que estaba arqueando la espalda hacia atrás.


–Lo siento. Creía que estaba preparada para esto, pero no lo estoy –confesó Paula.


Pedro frunció el ceño momentáneamente; después, soltó el aire que había contenido en los pulmones. A continuación, le abrochó los botones que le había desabrochado. Aún le rodeaba la cintura con un brazo, pero le acarició la mejilla con la otra mano. Ella apoyó la cabeza en su pecho y oyó los latidos del corazón de él. El olor del sudor de Pedro y el de la loción para después del afeitado impregnaban el aire que respiraba. Paula cerró los labios y también los ojos para confesarle el verdadero motivo por el que se había echado atrás:


–Estoy cansada de ser mediocre y, sobre todo, cansada de tener tanto miedo.


–¿Miedo? –repitió Rob con preocupación en la voz–. ¿De qué tienes miedo? ¿De mí?


–De esto. Del sexo. De perder mis inhibiciones y disfrutar como cualquier ser humano –respondió Paula apretando los párpados con fuerza–. No soy puritana ni frígida, eso no es el problema. Lo que pasa es que no consigo relajarme, lo que es una ridiculez. Soy una mujer adulta, soltera y sin compromisos, pero en mi vida es más frecuente comer chocolate que tener orgasmos. Lo que es ridículo tratándose de una mujer de veintisiete años.


Al instante, Paula se tapó la boca con una mano.


–Y no tengo ni idea de por qué he dicho eso.


–No hay nada ridículo en tí, Paula. Eres una mujer muy hermosa y mereces que te adoren. Y, si lo que te gusta es comer chocolate, come todo el que quieras.


–Gracias. De todos modos, que me adoren no es una de mis prioridades en estos momentos.


Paula le puso una mano a Pedro en el pecho y añadió:


–Soy como el helado de vainilla, agradable al paladar. Puede ser excelente; pero, en general, es una apuesta segura y bastante mediocre.


Pedro se echó a reír. Después, la abrazó y le murmuró con los labios casi pegados a la frente de ella:


–A mí me encanta un buen helado de vainilla. No tiene nada de malo.


–Solo lo dices para hacer que me sienta mejor.


–Deja que te haga una pregunta, Paula. ¿Cuántas veces pruebas la receta de una tarta o pastel antes de servirla a tus clientes?


Paula rió.


–Demasiadas. Suelo hacer seis o siete intentos antes de darme por satisfecha.


–Exacto. Lo mismo me pasa a mí. La única manera de superar la mediocridad es ponerse a prueba en un lugar seguro en el que solo uno pueda ver los resultados.


–Sí, supongo que tienes razón, pero… ¿Adónde quieres ir a para con eso?


–Te lo voy a decir. Al parecer, la encantadora señorita Chaves necesita conectar con su sexualidad en un lugar seguro y en el que se sienta cómoda, con un amante del que pueda fiarse.


–Ah, ya entiendo. Y tú eres el candidato perfecto, ¿No?


–Si necesitas referencias…


–No pongo en duda tu habilidad, lo que sí es cuestionable es que seas de fiar.


–¿No te fías de mí?


–¡No te conozco! Conozco al Pedro Alfonso cocinero y al Pedro Alfonso estrella de televisión. Esta tarde he tenido la oportunidad de enterarme de algunas cosas del Pedro adolescente. Pero… ¿Conocerte?


Pedro abrió los brazos.

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