viernes, 25 de junio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 46

Paula se alzó el cabello para que la suave brisa le refrescara el cuello; después, volvió a dejar que su cabellera cayera sobre los hombros.


–¿Siempre has vivido en Londres? –le preguntó Pedro al reunirse con ella en la barandilla metálica de la terraza.


Estaba tan cerca de ella que sus codos se rozaron.


–Pasé un tiempo en América estudiando dirección de empresas; aparte de eso, siempre en Londres. Me encanta esta ciudad.


–Entonces tenemos otra cosa en común.


Paula se apartó de la barandilla y giró de cara a él. Las luces del cuarto de estar creaban un mosaico de sombras en el rostro de Pedro, añadiendo dureza a los ángulos de su semblante. ¿Londres?


–Yo creía que no te gustaba esta ciudad y que tienes tu casa principal en California. Tu madre me ha dicho que ella vive en un estudio fabuloso en la playa y…


De repente, Paula comprendió la situación y guardó silencio, volviéndose de nuevo para fijar la vista en la ciudad. Empezaba a comprender a ese hombre. El gran cocinero se había ido a vivir a California para estar cerca de su madre por si ella lo necesitaba y, de paso, había conseguido trabajo en la televisión. Pero…


–Tu madre parece contenta allí.


–Sí, así es. A pesar de que la exposición está siendo un éxito, mi madre va a volver a California tan pronto como se cierre. Lo que significa que, para ambos, es vuelta al trabajo. Lo más seguro es que tarde meses en volver a Londres.


–¿Tienes casa propia aquí, en Londres?


–No exactamente. Me he reservado el ático del Alfonso Plaza y mi madre tiene una buhardilla llena de cosas suyas y mías. ¿Quieres el café descafeinado?


–Sí, gracias.


Pedro volvió a la zona de cocina, echó agua a la sofisticada cafetera y añadió un par de cucharadas grandes de café. Después, pulsó unos botones.


–Dime, Pedro, ¿Encuentras tiempo para cocinar? Debes echar de menos dirigir una cocina, ¿No?


Pedro plantó las manos en el mostrador.


–¿Te refieres a cocinar troceando verduras y preparando el caldo que luego vas a echarle a lo que estés haciendo? No, eso no –Pedro sonrió traviesamente–. Contrato a cocineros jóvenes y disfruto viéndoles mejorar y acabar preparando platos excelentes. Es mágico.


Paula había entrado en la sala de estar mientras él hablaba y las palabras de él la llegaron al fondo. Ese era el verdadero Pedro Alfonso, sin máscara, un Pedro en una cocina preparando café después de una fiesta. Sí, el auténtico Pedro estaba con ella. Estaban los dos solos. Y eso, súbitamente, la hizo sentirse casi mareada.


–En ese caso, comprendes lo que yo intento conseguir con una gala como la de esta noche, ¿Verdad? Es importante recaudar fondos que permitan a algunos jóvenes realizar sus sueños.


–Claro que lo comprendo –respondió Pedro–. Paula, el hada madrina que hace lo que puede para ayudar a los que lo necesitan sin falsas promesas. Sí, lo comprendo.


–¿El hada madrina? Apuesto a que eso se lo dices a todas.


Y en ese preciso momento, Pedro levantó los brazos para agarrar una bandeja de una estantería y se le salió la camisa de los pantalones, mostrando unos centímetros de un musculoso y liso vientre. ¿Por qué le gustaban tanto los tipos atléticos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario