viernes, 18 de junio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 35

Era como viajar al pasado. Pedro Alfonso se detuvo en la salida del parque, enfrente del West London Catering Collage, donde había pasado dos de los más duros años de su vida de aprendizaje como cocinero profesional. El edificio parecía un poco más limpio y habían añadido cristal y colores pálidos a la entrada para quitarle, en la medida de lo posible, el aspecto de cárcel que tenía. Por lo demás, estaba más o menos igual. Allí había pasado un buen tiempo de sudor y actividad culinaria alimentándose, fundamentalmente, a base de cantidades industriales de café barato y aún más baratos hidratos de carbono. Se había criado en Londres y allí había pasado los primeros diecinueve años de su vida. Siempre se sentiría en casa allí. Y ahora iba a uno de los hoteles Alfonso a recaudar fondos para que otros jóvenes, sin dinero para costearse los estudios, pudieran demostrar lo que podían hacer. Una ironía del destino. Con una honda carcajada, sacudió la cabeza, echó a andar por la acera y dió la vuelta a la esquina, alejándose de la escuela de cocina y adentrándose en el mundo en el que ahora vivía.



Sebastián había hecho un gran trabajo con las obras del Alfonso Richmond, pensó Pedro al saludar al personal de recepción. Después, subió la escalera que daba a la sala de conferencias principal y abrió las puertas del bar. Buscó con la mirada a sebastián y a Paula mientras caminaba despacio entre las mesas saludando a los rostros conocidos del mundo de la hostelería y sonriendo mientras se tiraba de los puños de la camisa. Era un Alfonso ganándose a la clientela en un hotel Alfonso. En esta ocasión, estaba dispuesto a lucir su esmoquin para las cámaras. Su padre, Horacio Alfonso, había creado la cadena hotelera Alfonso de la nada y había trabajado mucho para tener hoteles lujosos en diversas ciudades del mundo. Pero él le admiraba por otras cosas. Dado que su madre había viajado a todas partes en busca de inspiración, su padre se había asegurado de proporcionarle su habitación y un hogar y una vida escolar estables. Había sufrido un duro golpe cuando su padre le anunció que iba a casarse otra vez; hasta ese momento, habían sido siempre su padre y él. Pero la segunda mujer de su padre era encantadora y, además, le había proporcionado un hermano. Y ahí estaba su hermano, Sebastián Alfonso. El actual regente de ese hotel saludando a los invitados, unos sesenta. Y como siempre, encantador, pero profesional. Pedro se acercó a la espalda de su hermano y lo abrazó.


–He oído que iba a haber una subasta con fines benéficos y he venido a ver si encontraba alguna ganga. ¿Y tú?


Recibió un bufido a modo de respuesta.

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