viernes, 11 de junio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 17

Porque, al parecer, esa mujer, esa pintora con tanto talento… Era su madre. La serpiente esperó a que Ana se pusiera a charlar con Ian para acercarse a ella.


–Paula… No, perdón, Pau. Todavía estás aquí.


Pedro miró a un lado y a otro antes de susurrarle:


–Necesito saber si la galería tiene una salida trasera. Es urgente.


La impaciencia y la frustración se dibujaban en su rostro.


–Ya veo –respondió Paula con la clase de sonrisa profesional que había adoptado con los invitados, la clase de sonrisa que hacía que tuviera la mandíbula dolorida–. Ahí está, detrás del camarero que sirve las bebidas.


Paula señaló un punto en la pared al lado de la mesa con las bebidas. El lugar se estaba quedando vacío ya que la mayoría de los invitados habían salido al patio para disfrutar la fresca brisa de la tarde antes de volver a sus casas.


–¿Qué te pasa, Pedro? ¿Quieres escapar antes de que las chicas se lancen por tí?


La sonrisa de él se desvaneció y fue reemplazada por esa mirada desdeñosa que le había hecho famoso en los programas de televisión, pero que no tenía cabida en una exposición de arte. No se parecía en nada a la furiosa mirada que le había regalado el día que la despidió, pero Paula dió un paso atrás.


–¡Dios mío! Si las miradas mataran… Pero te lo advierto, ya no me afecta.


Pedro arqueó las cejas y la miró fijamente con expresión de auténtica perplejidad. Paula, encantada, le vió sonreír de repente.


–Está bien, empecemos de nuevo –respondió él con voz ronca y en tono bajo–. Perdone, señorita Chaves, ¿Podría indicarme el camino para salir por la puerta de atrás, la de la cocina?


Paula se puso a apilar las bandejas para guardarlas en unas cajas de plástico grandes.


–Naturalmente, señor Alfonso. Cruce esas puertas de vaivén y, pasando por el lavavajillas, a unos diez metros, encontrará la salida de incendios del edificio. Da a un callejón que se utiliza para carga y descarga.


–Gracias.


Al momento, Pedro se alejó con una mano en el bolsillo del pantalón como si fuera a subirse a un barco.


–De nada –murmuró Paula a espaldas de él.


¿A qué venía todo eso? O… ¿Por quién lo hacía? Paula metió la última de las bandejas y el mantel en la caja de plástico y, alzando el rostro, paseó la mirada por la sala. Estaba claro que había alguien a quien Pedro no quería ver. Pero… ¿Quién? La mayoría de los críticos se habían marchado ya y Adele había dado al menos diez vueltas a la exposición para explicar todos y cada uno de los cuadros entre visitas al bar. A lo mejor Pedro había visto a alguna antigua novia con la que no quería que lo fotografiaran. O quizá se tratara de alguno de los cocineros con los que estaba compitiendo para algún premio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario