miércoles, 16 de junio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 29

La rubia que tenía enfrente se inclinó hacia delante y colocó los brazos sobre la mesa hasta quedar a escasos centímetros de la nariz de él. Entonces, le dedicó una dulce sonrisa.


–Una pregunta muy fácil de responder: La idea fue mía. Sé perfectamente en lo que me he metido y también sé que cocinar es un trabajo duro.


Entonces, Paula se echó hacia atrás y volvió a sonreír antes de añadir:


–Esta vez, soy yo quien impone las reglas. Y no te puedes imaginar lo liberador que es.


Le indicó el plato que le había puesto delante.


–Como he dicho antes, aquí no se toma café sin comer algo. Eso, tartaleta de pera con almendra, es mi especialidad. Que te siente bien.


Pedro se quedó mirando el plato y después, al alzar la mirada, se encontró con los brillantes ojos verdes de ella. Aunque los ojos de Paula no eran simplemente verdes. Eran verdes bosque, verdes primavera. La clase de verde que le dejó sin respiración. Fuera hacía calor, pero el interior del café era una auténtica sauna. Debía ser por los hornos. Ella lo miraba fijamente con la cabeza ladeada a la espera de una respuesta o un comentario por parte de él. Por fin, la vió desviar los ojos y, con una servilleta, Paula sacó brillo al tenedor inmaculado al lado del plato.


–Sabes perfectamente lo difícil que es abrirse camino en el mundo de la cocina. Tú tuviste suerte y yo también. Los dos teníamos dinero y apoyo. Hay mucha gente joven que solo puede estudiar si le dan una beca. Yo creo que merece la pena. El hecho de que haya elegido la repostería no significa que haya tirado a la basura mi título en dirección de empresas cuando iba de camino a la escuela de cocina.


Paula encogió los hombros y añadió:


–Relájate, Pedro. La asociación para recaudar fondos para dar becas tiene un equipo de administración profesional. Si tienes alguna duda, habla con Sebastián, que conoce todos los detalles y nos ha ofrecido el hotel Alfonso para dar la fiesta.


Ah, de eso se trataba. Aquella chica tenía miedo de que él transformara la fiesta de recaudación de fondos en una gala para promocionarse a sí mismo. ¿Era así como le veía, como un egoísta consumado? El día estaba resultando ser mucho más interesante de lo que había imaginado. Y sin más, Paula le tendió la mano mirándolo fijamente a los ojos. Unos ojos intensos.


–Anoche hicimos un trato: Ir a la gala a cambio de una cama y desayuno para tu madre. Lo que quiero saber es si no te vas a echar atrás.


Pedro miró el plato, después alzó la mirada y la clavó en esos ojos verdes brillantes. Entonces, tomó la mano de ella. La mano de Paula era cálida y pequeña, estaba pegajosa y tenía callos; los dedos largos y fuertes. No era la mano de una chica, sino la de una mujer que cocinaba, amasaba harina y fregaba. Los músculos de las muñecas y los brazos eran fuertes. Estaba acostumbrado a estrechar las manos de hombres y mujeres que trabajaban en la construcción, pero aquello era diferente. Sintió energía, conexión.


–Te dí mi palabra y allí estaré.


Por fin, más tarde de lo necesario, ella le soltó la mano. A juzgar por las arrugas del ceño de ella, vió que no era él solo quien había sentido tan profundamente el contacto.

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