lunes, 21 de junio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 38

 –Bueno, ¿Qué te parece?


–Me parece que lo está haciendo muy bien –Paula sonrió con los ojos fijos en el escenario–. Me ha dejado impresionada; pero, por favor, no le digas que he dicho eso. Los estudiantes están pensando en unirse a su club de fans de Internet y deben haberle tomado cientos de fotos con los teléfonos.


Paula estaba al lado de Sebastián, ambos viendo a Pedro charlar y reír con el grupo de estudiantes de cocina. Pedro, después de la subasta, había pasado casi una hora haciendo presentaciones entre alumnos y consagrados cocineros. Cocineros que ella había conseguido que donaran el dinero de varias cenas a la bolsa para becas que ella estaba organizando.


–Solo me gustaría preguntarte una cosa… ¿Ha preparado Pedro el menú de esta noche?


Sebastián sacudió la cabeza.


–No. El jefe de cocina del hotel de París ha sido el que nos ha enviado las recetas del menú.


Paula le pasó una copia del menú que había agarrado de la mesa. Sean lanzó un gruñido.


–Genial. ¿Qué es esto? ¿Puntuación sobre diez? ¿Y qué son todas estas anotaciones?


–Sugerencias. Ideas. Propuestas. Y en lo que respecta a ese desastre de ensalada, una amenaza. ¿Granada con nueces, anchoas y jamón ahumado? La ensalada era un desastre. Pero ¿El resto?


Paula respiró hondo y añadió:


–El resto era comestible. Es lo único que puedo decir.


Sebastián tosió.


–No me pegues, pero creo que disfrutarías trabajando con mi hermano.


–¿Yo trabajando con Pedro Alfonso? ¡Qué tontería! – entonces, Paula rió y agarró a Sebastián por el brazo–. Vamos a hablar con la jefa de cocina a ver qué dice del menú de esta noche. Me gustaría conocer su opinión.


Antes de moverse, Paula lanzó una rápida mirada al escenario.


–Después, tengo que hablar con Pedro de una conversación telefónica muy interesante que acabo de tener con Valeria Cagoni. Tu hermano tiene que darme una explicación.


Sebastián lanzó un bufido.


–Demasiado tarde. Te ha visto y viene hacia aquí. ¡Suerte!


Paula alzó la barbilla mientras emociones conflictivas se apoderaban de ella al contemplar ese sonriente rostro. Sentía confusión, incredulidad, enfado y algo alarmantemente parecido al respeto.


–Hola –dijo ella con voz muy ronca–. ¿Cansado de firmar autógrafos?


–Son unos chicos estupendos –Pedro asintió y se volvió hacia los estudiantes, que estaban pegados a la mesa de bufé sirviéndose el postre–. Tenías razón en lo de las becas, la mayoría de estos chavales no podrían estudiar si tuvieran que pagarse los estudios. Buena idea. Me gusta.


Pedro enderezó los hombros y se metió las manos en los bolsillos del pantalón.


–Me gusta tanto que voy a hacer algo al respecto. No sé qué exactamente, pero estoy decidido a ayudar a esos chicos.


–¿En serio? –preguntó Paula con sorpresa–. Eso es fantástico. Genial.


Algo en la voz de ella pareció poner a Pedro sobre aviso.


–¿Te pasa algo?


–No, nada en absoluto. Bueno, la verdad es que he tenido una conversación sumamente interesante con mi antigua jefa, Valeria Cagoni. Sus mellizas ya están mejor y me ha dicho que estaba encantada con que un cocinero tan famoso como tú ocupara su lugar. Pero, por supuesto, tú conoces bien a Valeria, ¿Verdad, Pedro?


Paula se acercó a él con el fin de evitar que los invitados más próximos a ellos pudieran oír la conversación.

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