domingo, 13 de junio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 22

Extraño. Había llegado a creer que el siguiente paso iba a ser casarse con el joven ejecutivo, tomar baja de maternidad y formar una familia perfecta con dos niños bien educados. Un chico y una chica. Parte del plan que sus padres habían diseñado para ella. El problema era que, desde el principio, lo de formar una familia le había parecido bien y seguía siendo lo que quería. Con la diferencia de que la familia que quería formar era muy distinta a la familia en la que ella se había criado En vez de comidas y cenas en medio de un ambiente frío y tenso en su familia ideal se comería en la cocina alrededor de una mesa de pino y se hablaría libremente sobre lo que cada uno pensaba y hacía. Sería una familia unida. Una familia que hiciera lo mejor para los hijos, un matrimonio que apoyara a sus pequeños en todo momento. Una familia con un hombre y una mujer que se quisieran y se respetaran. Un hombre que no se empeñara en que todas y cada una de las superficies de la casa las desinfectaran y las limpiaran a diario la mujer y la hija. Quería que su familia fuera justo lo contrario a la que habían formado sus padres. Sí, eso sí que era un sueño. Y su vida, en ese momento, era la realidad. No tenía novio. No tenía familia. No tenía hijos. Y tampoco tenía perspectivas de que eso ocurriera. ¿Cuándo había sido la última vez que había comido o cenado algo que no hubiera preparado ella misma con un novio… O un amante? ¿Cuándo había salido por última vez con un hombre? La culpa la tenía Sofía por dejar al descubierto lo que le faltaba en la vida. Pero algún día encontraría a un hombre en quien pudiera confiar y con quien compartir sus sueños. Sí, algún día. El teléfono sonó en ese momento y, parpadeando varias veces, Paula contestó.


–Pastelería y Café Paula.


–Buenos días, señorita Chaves. Espero que hayas dormido bien.


¡Era Pedro! El corazón le palpitó con fuerza y un hormigueo le paseó por el estómago. ¿Dormir? ¿Cómo podía pensar que hubiera dormido bien? Le había costado horas meter a Ana en la habitación de Sofía y hacer que se acostara. Y más horas dando vueltas en la cama sin poder dejar de pensar en él. «Respira». Lo único que tenía que hacer era respirar con normalidad. Fingir no dar importancia a la llamada. Paula sonrió. Tenía a Pedro bajo control y le encantaba que así fuera.


–Muy bien, gracias –mintió Paula descaradamente–. Buenos días. ¿Se te han pasado los moratones?


–Todavía no –respondió una voz grave–. Las cajas que tenías en la furgoneta eran mortales –Pedro tosió–. ¿Se ha despertado ya mi madre? Habíamos quedado en que me iba a contar los planes que tenía para hoy.


Ah, para eso había llamado. Le preocupaba cómo estaba su madre. Bien, lo había entendido. Pero mejor que Pedro no olvidara que era ella la persona que había invitado a Ana a dormir en la habitación de Sofía por la sencilla razón de que le caía bien y la pobre mujer no había estado en condiciones de tener que vérselas con periodistas. No lo había hecho por haberlo visto casi desesperado.

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