miércoles, 9 de junio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 13

¿Quién era esa mujer y qué había hecho él para ofenderla? De lo que estaba seguro era de que la había visto antes. Y a juzgar por la gélida mirada que le había lanzado al sentarse a su lado, no debía haberle pillado en uno de sus mejores momentos. Ahora, lo único que le faltaba por descubrir era qué delito había cometido. Y él jamás dejaba pasar un desafío. Antes de que acabara la noche, iba a saber quién era esa mujer.


–Un momento, Pauli –dijo Pedro a espaldas de ella, dirigiéndose apresuradamente a la mujer hasta llegar a la zona donde los camareros estaban colocando platos y cubertería en unas mesas dispuestas con manteles blancos.


Había sido un día muy ajetreado y estaba cansado. ¿No sería tiempo de demostrarle a esa mujer su agradecimiento por haberle hecho sonreír?


Con sus piernas largas y atléticas, en comparación con las de ella, más cortas y andando con tacones, Pedro dió alcance a Pauli. Y, con sorpresa, vió que ella se colocaba detrás de una mesa.


–Eh, espera un momento. No me has dicho tu nombre. No me has dado tu tarjeta, ni tu dirección electrónica, ni un número de teléfono… Vamos, sabes que quiero ponerme en contacto contigo para… Para seguir con las preguntas.


Pedro cerró la boca al acercarse un poco más.


–Llevas un delantal. ¿Vas a servir mesas?


–Tienes razón, los rumores sobre tí no pueden ser ciertos. Eres más inteligente de lo que pareces –dijo Pauli sonriéndole–. Lo único que espero es que también tengas sentido del humor… porque es mucho peor que eso. Verás, no soy crítica de arte ni lo he sido nunca, y no creo que vaya a serlo en el futuro. Soy la cocinera que ha preparado los canapés que se van a servir esta noche.


Y antes de que Pedro pudiera asimilar lo que acababa de decirle, Paula agarró una bandeja con canapés calientes y se la puso delante de las narices.


–¿Quieres probar uno de mis pastelillos? Creo que es justo lo que necesitas en estos momentos.


–Ahora, de momento, no, gracias.


Pedro agarró una de las tarjetas que Paula había dejado en forma de abanico al lado de los condimentos y arrugó el ceño al leer la dirección en voz alta:


–«¿Pau Chaves, Pastelería y Café Pau?». Ahí es donde trabaja Sofía Flynn.


Paula casi pudo leerle el pensamiento a Pedro mientras este subía la mirada por encima de la bandeja hasta alcanzar su rostro. ¡Por fin se había dado cuenta de quién era!


–Por favor, no me digas que eres Paula Chaves–gruñó Pedro.


Paula contuvo la respiración unos segundos. Después, sonrió e hizo un movimiento rápido con la cabeza. Se había terminado el juego. Vuelta al trabajo.


–Siento darte ese disgusto. Ya lo sé, la vida no es justa. Bienvenido a mi mundo, señor Alfonso.

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