miércoles, 23 de junio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 41

 –¡No tienes vergüenza! ¡No eres el único alumno estrella de la escuela! A propósito, ¿Qué tal está tu madre del catarro?


–Mucho mejor. Ha ido al mediodía a la galería y luego a tomar el té con unas amigas. Así que aún dispongo de un par de horas libres, a menos que estés desesperada por volver a casa. 


Pedro se quitó la chaqueta y se la echó a ella por los hombros. Paula fingió no notar la caricia de las yemas de los dedos de él en el cuello.


–Gracias –respondió Paula sonriente. 


Después, clavó los ojos en las sombras proyectadas por las farolas de la calle en los prominentes pómulos de él. Pedro era muy delgado, pero sabía que había probado todos y cada uno de los platos que se habían servido en el restaurante. Quizá ella pudiera hacer algo al respecto… Si él se lo permitía.


Pedro sonrió y la sorprendió al colocarse detrás de ella y rodearle la cintura con los brazos. Sintió la cabeza de él en la mejilla antes de que alzara un brazo y señalara un punto al tiempo que decía:


–Mira ahí.


Paula apartó los ojos de Pedro y clavó la mirada en un edificio de piedra en la acera opuesta. Después, se echó a reír.


–Es la entrada de la escuela de cocina. Hemos dado una vuelta para volver al mismo sitio.


Pedro asintió y clavó los ojos en la entrada de lo que, en los años treinta del siglo pasado y de estilo Art Deco, había sido la escuela de arquitectura antes de convertirse en una escuela de artes culinarias.


–La primera vez que crucé esas puertas tenía diecisiete años y estaba enfadado con el mundo y conmigo mismo. Yo era un desastre, Paula.


Paula volvió el rostro hacia él.


–¿Por qué dices que eras un desastre? –preguntó Paula con una sonrisa–. Por lo que yo sé, la mayoría de los chicos de esa edad se sienten así.


–Si tú supieras…


Una sombra cruzó la mirada de Pedro, la sombra de un recuerdo aflorando a la superficie.


–Cuéntamelo. Háblame de por qué crees que eras un desastre.


Me gustaría saberlo, en serio.


–Es una larga historia.


–En ese caso, vamos a sentarnos, delante de la escuela, y recordemos juntos.


Paula lanzó una mirada a su alrededor y vió un viejo banco de madera, bastante sucio, que cubrió con la chaqueta de Pedro, con el forro hacia arriba.


–Perfecto –Paula se sentó en el banco y juntó las manos en su regazo.


–Estamos en junio. Hace una noche relativamente cálida y estoy sentada encima de tu chaqueta, así que no tienes escape. Te sugiero que empieces por el principio, suele ser mejor. – ¿Estás segura de que no eres una crítica de arte? Porque, desde luego, eres muy curiosa.


–Es uno de mis defectos, pero no puedo hacer nada al respecto. Si algo me interesa de verdad, tengo que indagar. Así que ya puedes empezar porque yo no me voy a mover de aquí hasta no descubrir por qué estabas tan enfadado con el mundo el día que cruzaste esas puertas.


–Ajá. Así que estás interesada en mí, ¿Eh? Por fin lo admites.


–Quiero saber qué clase de familia es la del novio de mi mejor amiga. Sebastián parece una persona estupenda, pero… ¿Qué secretos oculta la familia Alfonso? Eso es lo que quiero saber.


–¿Secretos? No tienes que preocuparte por la parte de la familia de Sebastián, el problema es con la mía.

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