lunes, 21 de junio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 39

 –Es más, la conoces tanto que, a veces, le recomiendas aprendices para su restaurante.


Paula respiró hondo y dió un paso más hacia él hasta casi tocarlo.


–Como hiciste conmigo –Paula entrecerró los ojos–. Tú hiciste que Valeria me aceptara como aprendiz en su restaurante. La llamaste por teléfono, le dijiste que iba a ir a verla y que debía darme una oportunidad.


–¿Te lo ha dicho? –Pedro hizo una mueca–. Maldita sea.


Paula le pegó en el pecho con el dedo índice.


–Tú estás detrás de mi carrera profesional. ¡Tú! –entonces, retrocedió y miró a su alrededor–. No puedo creerlo, no puedo.


Pedro alzó las cejas.


–Valeria Cagoni es muy amiga mía, estudiábamos juntos. Tú necesitabas un trabajo inmediatamente, por eso la llamé. ¿Satisfecha?


–No, no lo entiendo –Paula parpadeó–. ¿Por qué no me lo habías dicho? Y, para que lo sepas, Valeria no me dijo nada durante tres años. Y me hizo trabajar como una esclava.


–Le pedí que no te dijera que la había llamado –dijo Pedro–. Ya sabes que los cocineros hablan demasiado, que les gusta que uno salga adelante por méritos propios, no por conocer a alguien en el mundo gastronómico. Y tú has trabajado mucho, Paula, lo que has conseguido lo has hecho por tí misma, no gracias a mí.


Pedro la miró fijamente y añadió:


–Sabes perfectamente que Valeria jamás te habría contratado de aprendiz si no hubiera estado convencida de que tenías talento. Es mucho más dura con los aprendices que yo.


–Tú me despediste y luego me buscaste un trabajo. ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? –preguntó Paula, la voz le temblaba por la emoción–. Me gustaría saberlo… porque sigo sin comprenderlo.


–Lo hice porque sabía que Rosario nunca iba a ayudar a nadie con talento. Tú te merecías la oportunidad de demostrar lo que podías hacer y Rosario no iba a permitir que nadie le pisara el terreno. Por otra parte, Valeria necesitaba a alguien que la ayudara. ¿Lo entiendes ahora?


Paula se lo quedó mirando en perplejo silencio durante unos instantes.


–¿Te han dicho alguna vez que eres el hombre más exasperante del mundo?


–Sí, con frecuencia –Pedro sonrió traviesamente–. ¿Te han dicho alguna vez que eres la mujer más bonita y más persistente del mundo? Quizá sea por eso por lo que me resultas tan interesante.


Pedro miró a derecha e izquierda y le ofreció el brazo:


–Bueno, creo que ya no tenemos nada que hacer aquí. ¿Nos vamos?


Paula miró el brazo de Pedro, lanzó un suspiro y, por fin, se agarró al él.


–¡Qué noche! Y, la verdad, es que no sé qué pensar de tí. Al principio creía que eras un completo… Y luego… En fin, solo de pensarlo me duele la cabeza. No te comprendo en absoluto, Pedro Alfonso.


–¿Quieres que te ayude a comprenderme?

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