domingo, 13 de junio de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 23

 –Hace diez minutos, cuando he ido a verla, tu madre estaba en la cama de Sofía profundamente dormida y roncando ligeramente. Las pastillas para el catarro con el alcohol son un auténtico somnífero. Creo que tardará un rato aún en despertar.


–Bien. Hasta dentro de una hora. Y trata de despertarla para cuando yo llegue. Ciao.


Y sin más, Pedro colgó el teléfono. ¡Increíble!


Durante varios segundos, Paula se quedó mirando el auricular con incredulidad. Después, sacudió la cabeza y colgó. Ese hombre no tenía educación. Agarró la espátula y se puso a preparar tartaletas de zanahoria, una de sus especialidades. Qué cara más dura la de ese hombre. El hecho de que fuera un cocinero famoso con un programa de televisión e innumerables premios de cocina no le otorgaba el derecho a darle órdenes. Al menos algo bueno había salido de todo aquello. Pedro Alfonso, cocinero de fama internacional y chico adorado por la prensa, le había prometido ir a la gala del sábado. Y ella se iba a encargar de que así fuera, pasara lo que pasase.


–¿Me dejas que rebañe el cuenco, por favor? Me encanta esa mezcla de nata que haces. Está deliciosa.


Paula rió cuando su amiga y camarera a tiempo parcial paseó los dedos por el cuenco y se los metió en la boca.


–¡Mmm, qué bueno! –exclamó Mónica–. ¿Cuándo me vas a dar la receta? Mis hijas me declararían amor eterno.


Paula echó la cabeza hacia atrás y lanzó unas carcajadas.


–¿Qué dices, Moni? Tus tres hijas ya te consideran una diosa porque trabajas aquí y te llevas a casa pasteles. ¿Y qué me dices de ese apuesto marido que tienes? ¿Le gustaron los pastelillos de chocolate que le llevaste anoche?


–Le gustaron tanto como a mí –respondió Mónica.


Paula lanzó una rápida mirada a las mesas y le limpió a Mónica la nata de las comisuras de los labios.


–¡Eres incorregible! Estás dando mal ejemplo a la clientela.


Entonces, Paula indicó con la cabeza el mostrador y añadió:


–¿Qué tal ahí? ¿Todo listo para las tartas de zanahoria?


–Hija mía, todo está siempre listo para las tartas de zanahoria. Pásamelas y enciende el horno para preparar la siguiente tanda. Van a desaparecer en una hora. Ah, antes de que se me olvide, las chicas me han preguntado sobre la reunión de la semana que viene del club de repostería. ¿Has pensado ya a quién vas a llevar?


Paula guiñó un ojo y empezó a fregar.


–Te vas a llevar una sorpresa, Moni, ya lo verás.




Pedro se acercó al ventanal de su despacho en el centro de Londres aquel día nublado de junio. Le costaba creer que apenas treinta y seis horas antes había estado en una barbacoa con su equipo de cocina bajo el sol de California. Le escocían los ojos y estaba cansado, pero enderezó los hombros y se volvió justo en el momento en que su agente, Carla Richards, acabó la conversación que había mantenido por el móvil.


–Buenas noticias. Hasta el momento, las críticas y las fotos de la exposición son sumamente positivas. Las fotos que he visto son de cuando tu madre salió del hotel para ir a la galería. Ana sonriendo mientras se sube en la limusina. Ni una palabra de que se marchara de la exposición antes de lo esperado. Así que relájate, Pedro.


–Fue una pesadilla –comentó él cubriendo un bostezo con la mano.


–Bueno, ¿Listo para dar la cara? Por cierto, en el bolso llevo una barra para disimular las ojeras, lo digo porque creo que lo necesitas. ¿No dormiste nada durante el vuelo? Duró ocho horas, ¿No? ¿Nueve?


Pedro lanzó un bufido a modo de respuesta.

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