miércoles, 29 de octubre de 2014

Simplemente un beso: Capítulo 36

El humor de aquel pensamiento no consiguió levantar su espíritu. Sabía que Paula estaba tras él, sentía sus ojos clavados en la espalda. Cuando consiguió endurecer su expresión, Pedro se dió la vuelta.
Sabía que la luz de sus ojos verdes lo perseguiría durante mucho tiempo. Pero también sabía que él no era el hombre de sus sueños, que nunca podría ser el hombre que se merecía.
—De modo que ya está —dijo ella entonces—. Has decidido que eres una víctima de la vida.
—Soy realista. Y no pienso arruinar tu vida formando parte de ella.
Paula iba a decir algo, pero en lugar de hacerlo tomó su bolso del sofá y salió al pasillo.
Pedro suspiró, aliviado. Si hubiera permanecido allí un minuto más, con aquellos enormes ojos llenos de amor, podría haber hecho una estupidez. Podría haberse dejado atrapar por las fantasías, por los sueños que ella despertaba, en los que casi le hacía creer.
Un momento después apareció con Bautista en los brazos, aún dormido.
— Supongo que esto es un adiós.
— Supongo que sí —dijo él.
Pedro  la miró durante largó rato, intentando memorizar todos sus rasgos… las pecas de su nariz, su barbilla de punta, aquellos preciosos ojos que brillaban como estrellas.
Si hubiera podido contentarse con la pasión, con el deseo. Si hubiera querido acostarse con él, sin compromisos, sin ataduras. Sin los riesgos del amor y sus expectativas. Él no podría estar a la altura de esas expectativas.
—Espero que todo te vaya bien, Pedro —dijo Paula, antes de volverse hacia la puerta—. Espero que encuentres a Bobby y que los dos construyáis una maravillosa vida juntos.
Antes de que pudiera replicar, Paula había desaparecido.
Hubiera deseado ir tras ella, pero luchó contra ese impulso, sabiendo que, al final, los dos acabarían con el corazón roto.
Pedro volvió a la terraza. Paula lo amaba. ¿Cómo era posible? ¿Cómo una mujer como ella podía haberse enamorado de un hombre como él?
El destino tenía sentido del humor. Un sentido del humor enfermizo y patético.
Y lo peor de todo era que él también amaba a Paula.
Pedro cerró los ojos y dejó que ese amor lo llenara por un momento. Le encantaba el tacto de su piel, la suavidad de su pelo. Pero su amor iba mucho más allá. Amaba su ingenio, su sentido del humor, la dulzura de su carácter, la candidez de su corazón.
Pero si empezaban una relación, si se casaban, ¿cuánto tiempo tardaría Paula en perder el optimismo que había guiado su vida? ¿Cuánto tiempo antes de que sus ojos perdieran el brillo por vivir con un hombre cínico y amargado como él?
¿Y Bautista? El niño se merecía un padre con el corazón entero. Y el suyo no lo estaba.
Pedro se quedó mirando las olas. Era mejor así. Paula estaba mucho mejor sin él.
Algún día encontraría a su príncipe azul, un hombre que creería en las mismas cosas que ella, un hombre que podría amar a Bautista  sin dolor.
Pedro frunció el ceño al notar que su corazón latía a un ritmo extraño.
Latía arrepentido.

3 comentarios:

  1. wow muy buenos los capítulos!!!

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  2. Qué manera de llorar x favor con estos caps. Pero qué cerrado está Pedro. Espero que se de cuenta a tiempo que lo de ellos es posible.

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