miércoles, 15 de octubre de 2014

Simplemente un beso: Capítulo 7

Pedro se concentró en el desayuno, manejando torpemente el tenedor con la mano izquierda. A menudo había pensado lo cómodo que sería ser ambidextro. Y nunca más que en aquel momento.
Se relajó un poco al comprobar que ella no lo estaba observando, demasiado ocupada dándole huevos revueltos al niño.
Durante unos minutos, el único sonido era la charla incomprensible de Bautista entre bocado y bocado. Pedro intentaba no mirar a aquel renacuajo de enormes ojos azules, pero eso lo obligaba a no quitarle ojo Paula.
Estaba tan cerca que podía ver las pecas que tenía en la nariz y que le daban un aspecto muy juvenil.
Paula Chaves no era su tipo en absoluto. Aunque debía admitir que había pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvo con una mujer que ya no recordaba cuál era su tipo.
Aun así, lo intrigaba que sus gruñidos no parecieran afectarla lo más mínimo. De hecho, ella era la única persona, junto con Edmund, que parecía no hacerle ni caso cuando se ponía como un ogro.
—¿Y qué hace en Kansas? —preguntó abruptamente.
Imaginaba que lo mínimo que podía hacer a cambio del desayuno era darle un poco de conversación.
—¿Quiere decir que hago cuando no estoy cuidando de «Billy el niño»? —preguntó ella, con una sonrisa—. Soy auxiliar de clínica.
—¿Auxiliar de clínica?
Pedro sacudió la cabeza al recordar como había aplastado su mano sana con la rodilla y cómo luego le había dado un golpe en las costillas. Pobres de sus pacientes.
—Ya me imagino lo que está pensando, pero soy muy buena en mí trabajo —dijo ella levantando la barbilla con expresión retadora.
—No sé si eso es verdad, pero sí sé que es usted una cocinera fabulosa —suspiró Pedro, apartando el plato.
—Gracias. Me gusta cocinar, aunque no lo hago muy a menudo. Solo para mí y para Bautista…
—¿Desde cuándo está divorciada?
—No estoy divorciada.
—Ah, es usted viuda. Lo siento.
Paula se puso colorada.
—No he estado casada.
—Ah, pensé… —empezó a decir Pedro, cortado.
—Es normal —sonrió ella. Y la sonrisa, de nuevo, consiguió calentarlo por dentro—. No estoy particularmente orgullosa de ser madre soltera, pero tampoco me avergüenza. Me quedé embarazada y pensé que mi novio estaría tan contento como yo. Pero la idea de ser padre hizo que saliera corriendo despavorido.
No había ninguna amargura en su voz, pero a Pedro le pareció tremendo. No había nada que odiase más que a los hombres que huían de sus responsabilidades… a menos que fuera a las mujeres que no permitían a esos hombres disfrutar de su derecho como padres.
Pedro apartó de sí el recuerdo de un niño no mucho mayor que Bautista… un niño con el pelo oscuro y los ojos marrones… un niño al que no había visto en cinco largos años. No podía permitirse pensar en él, no podía soportar el dolor que eso le producía.
En lugar de hacerlo, se concentró de nuevo en Paula. La sonriente Paula, con pecas en la nariz.
—Supongo que la experiencia con su novio ha hecho que odie a todos los hombres. ¿No es eso lo que suele pasar?
Ella rió, un sonido alegre y musical que despertó el deseo en Pedro.
—No sé si eso es lo que suele pasar, pero yo no odio a los hombres —dijo Paula, soltando el cinturón y dejando a Bautista en el suelo. Cuando volvió a mirar a Pedro, sus ojos eran de un verde brillante, como un valle en primavera—. Soy una mujer optimista y creo en el amor verdadero y en las promesas eternas. Pero tengo que encontrar a mi príncipe azul.

4 comentarios:

  1. Muy buena!!! te felicito me enganchaste. Esperando los prox. capítulos (andreavc_17)

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  2. Awwwwwww ¡ que lindo... un príncipe azul gruñón jaajjajajajaaj ¡!

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  3. Me leí la novela en un ratito! Me re enganché! Me la pasás? Mi twitter es @LauyValenPyP

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  4. Ayyyyyyyyy, qué lindo. Que deje de ser tan gruñón Pedro jaja

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