miércoles, 22 de octubre de 2014

Simplemente un beso:Capítulo 22

Un grito de Bautista interrumpió los pensamientos de Paula y su cena. Cuando entró en el salón, el niño estaba sentado en el sofá, restregándose los ojitos.
—Hola, renacuajo.
El niño levantó los bracitos, sonriendo, y ella lo abrazó con fuerza, apenada por la terrible historia de Pedro.
Pero Bautista, ajeno al drama, mostró su desagrado ante el apasionado abrazo y Paula tuvo que dejarlo en el suelo.
—Seguro que tienes hambre.
—¿Le gusta la comida china? —preguntó Pedro cuando entraron en la cocina, de nuevo huraño como de costumbre.
—En realidad, Bautista come de todo —contestó Paula, echando en un plato un poco de pollo agridulce. El niño probó un poco y sonrió a Pedro, como para probarle su amplia variedad de experiencias culinarias.
—Será mejor que no le des un palillo. No me quiero ni imaginar lo que podría hacer con él.
Paula iba a replicar con otra broma, pero una mirada al rostro de Pedro la detuvo. Estuvieron en silencio durante un rato. Él mantenía la expresión seria como un escudo, como retándola a romper el muro de silencio que había erigido.
Y, de nuevo, cuando el silencio se alargó, Paula se encontró a sí misma pensando en Bobby. Según lo que Pedro le había contado, el niño debía tener en aquel momento unos ocho años.
No podía imaginar por qué Sherry había querido alejarlo de su padre y tampoco podía imaginar por qué no lo había registrado con sus apellidos en la partida de nacimiento. Imaginaba que Pedro no querría seguir hablando del asunto, pero no podía evitar sentir curiosidad.
—¿Pedro?
—¿Qué?
—¿Por qué Sherry no te inscribió como padre en la partida de nacimiento? ¿Es posible que Bobby no sea tu hijo?
Casi lamentó haber preguntado al ver cómo el dolor oscurecía los ojos del hombre. Por un momento, pensó que iba a enfadarse, que iba a decirle que se metiera en sus asuntos. En lugar de eso, Pedro dejó el tenedor a un lado, tomó un sorbo de agua y frunció el ceño, pensativo.
—Bobby es mi hijo. Estoy completamente seguro de eso. Todo el mundo decía cómo se parecía a mí. Aunque tenía los ojos marrones como su madre, era mi vivo retrato.
—Entonces, ¿por qué Sherry no te registró como padre del niño?
Pedro se apoyó en el respaldo de la silla. —No estoy seguro. No puedo saber qué se le pasó por la cabeza en ese momento, pero he especulado mucho.
—Oto —dijo Bautista, alargando una manita pringosa.
Paula le dió otro trozo de pollo y después se concentró en Pedro.
—¿Y?
—Creo que Sherry sabía que no iba a quedarse conmigo durante mucho tiempo. Creo que no puso mi nombre en la partida de nacimiento porque no quería que hubiera problemas sobre la custodia del niño, nada que la atase a mí.
—¿Y tampoco quería que el niño tuviera una relación con su padre?
Pedro sonrió, pero era un gesto carente de humor.
—No me gusta hablar mal de los muertos, pero el hecho es que Sherry podía ser extremadamente egoísta. No pensaría en el interés de Bobby, solo en el suyo propio. No quería problemas de ningún tipo y compartir la custodia del niño habría sido un problema.
—Qué triste —murmuró Paula, mirando a Bautista—. Parece injusto que tú quieras ser padre y no encuentres a tu hijo y que yo tenga un hijo cuyo padre no quiere saber nada de él.
Una sonrisa cínica curvó los labios de Pedro.
—¿Es que aún no te has dado cuenta de que la vida es injusta, que el amor no lo conquista todo y que los sueños son meras fantasías que te da la vida para desear lo que no puedes tener?
—Pero tú debes creer que, algún día, habrá un final feliz para ti y para Bobby, que lo encontrarás.
—Dejé de buscarlo hace dos años.
—¿Por qué? —preguntó Paula, incrédula.
Pedro se levantó y llevó su plato al fregadero.
—Porque no valía de nada —contestó cuando estaba de espaldas—. Nadie podía decirme nada, era imposible localizarlo. Este es un país muy grande.
—Pero…
Pedro se volvió entonces y la miró con expresión de furiosa amargura.
—Yo soy el mejor investigador del estado y mi especialidad es buscar gente que ha desaparecido, pero no he podido encontrar a mi hijo.
—Pedro… —empezó a decir Paula, levantándose—. Yo creo que deberías volver a Miami y seguir buscando a Bobby.
— Mira, tú puedes creer en cuentos de hadas, pero no intentes que los crea yo.
Si un tono de voz pudiera matar, Paula sería cadáver. En la voz del hombre había una profunda desesperanza y le hubiera gustado abrazarlo, consolarlo hasta que se convenciera de que podría haber un final feliz para él.
Pero, por supuesto, eso sería una tontería. Pedro Alfonso no significaba nada para ella y no debería importarle si durante el resto de su vida era el hombre más amargado del mundo.

3 comentarios:

  1. Hermosos los 2 caps!!! Cuánta tristeza tiene Pedro x favor.

    ResponderEliminar
  2. Muy buenos los 2 capítulos! q triste q Pedro piense así y se de por vencido de seguir buscando a su hijo!

    ResponderEliminar