martes, 28 de octubre de 2014

Simplemente un beso: Capítulo 34

—Paula, no sé qué decir —murmuró por fin.
Cualquier esperanza que albergara su corazón murió en ese momento.
—No tienes que decir nada.
Ella salió de la habitación y Pedro la siguió, golpeando el suelo con las muletas.
—Tienes que estar equivocada. Quizá te sientes sola y yo te resulto conveniente…
Paula se volvió para mirarlo cuando llegaron al salón.
—Ojalá estuviera equivocada. Pero esto no tiene nada que ver con que yo me sienta sola. Y no tiene nada que ver con la conveniencia —dijo, tragando saliva—. Pedro, estoy enamorada de ti.
—Pero si nos conocimos hace una semana…
—Lo sé. Y debo estar loca. No te pareces nada al hombre de mis sueños.
—Soy un gruñón.
—Y un cabezota.
— Soy muy desordenado —siguió Pedro.
—Lo sé. Y no puedo explicar por qué estoy enamorada de ti. Eres el último hombre en el mundo que yo habría elegido. Pero así es.
Su voz era firme, convencida.
Pedro la estudió un momento y, en sus ojos, Paula creyó ver una batalla.
—Nunca funcionaría —dijo él por fin.
—¿Qué es lo que nunca funcionaría?
—Nosotros. No tenemos futuro —dijo Pedro.
Pero Paula vió en sus ojos una ternura que le daba esperanzas.
¿Sería posible? ¿Le habría pillado a él también por sorpresa? ¿Se habría enamorado de ella? Paula dió un paso hacia él, preguntándose si podría controlar los latidos de su corazón, el intenso anhelo que la recorría, que llenaba cada fibra de su ser.
—¿Pedro? —estaba tan cerca que podía sentir el calor del cuerpo masculino—. ¿Por qué no hay futuro para nosotros? ¿Porque no me quieres?
Los ojos del hombre se oscurecieron.
—Porque no estamos hechos el uno para el otro.
No había dicho que no la quería y la alegría la sofocaba. Conocía a Pedro lo suficiente como para saber que no mentiría, que si no la quisiera se lo diría francamente. Pero no lo había hecho.
Echándole valor, tomó la cara del hombre con las manos y lo obligó a mirarla a los ojos.
—Dime otra vez por qué no estamos hechos el uno para el otro. Se me ha olvidado.
De nuevo, una mezcla de emociones cruzó su rostro, oscureciendo aún más los ojos azules.
—Paula—murmuró él, dando un paso atrás—. Creo que estamos confundiendo el deseo con el amor.
—No. Yo sé la diferencia —protestó ella—. Sé que te deseo, que deseo que me beses hasta que me dé vueltas la cabeza, que me acaricies hasta que no pueda pensar. Sé que eso es deseo. Pero también sé que quiero compartir tu risa, tu pena y tu vida. Y eso no es deseo, es amor.
—Paula, yo no puedo ser tu príncipe azul. Tú misma dijiste que el hombre de tu vida debería compartir tus sueños y tus esperanzas. Yo no tengo nada de eso.
Cuanto más lo miraba, más amaba aquellos rasgos masculinos, el hoyito en la barbilla, la sombra de barba, el color de sus ojos que variaba dependiendo de sus sentimientos.
En aquel momento, sus ojos eran de un azul profundo y Paula no estaba segura de si estaba siendo obtuso o si de verdad creía imposible ser el hombre adecuado para ella.
—Al principio me engañaste con esa capa de cinismo — dijo, tomando su mano para llevarlo a la habitación de Bobby. Una vez allí, abrió la puerta y prácticamente tuvo que empujarlo dentro—. Ahí está tu esperanza, tu sueño.

1 comentario:

  1. Ayyyyyyyyy, qué ternura x favor. No habrá posibilidades de un cap más please???

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