viernes, 31 de octubre de 2014

Simplemente un beso: Capítulo 40

Pedro dió un paso hacia ella.
—¿Qué… qué estás haciendo aquí? —preguntó Paula, haciendo un esfuerzo para no echarse en sus brazos.
—¿Tienes idea de cuántos hospitales hay en Kansas?
—Pues no —contestó ella, atónita.
—Muchos. Llevo dos días buscándote.
—¿Cómo has llegado aquí?
—María me llevó al aeropuerto y desde que llegué a Kansas he estado sacando de quicio a los taxistas intentando encontrarte —contestó él.
—¿Y para qué querías encontrarme?
Paula no quería tener esperanzas. Quizá él había tenido que ir a Kansas para resolver un caso y había aprovechado para saludarla.
Pedro miró a las enfermeras, todas muy interesadas en la conversación, y tomando a Paula del brazo, la llevó hasta la puerta.
—Cuando te fuiste, te llevaste algo mío.
Ella lo miró, incrédula. ¿Creía que le había robado algo? Era increíble.
—¿Y qué crees que me he llevado? ¿Una maleta llena de cajas de pizza vacías?
Pedro levantó las cejas, sorprendido. Y entonces soltó una carcajada. La risa del hombre la envolvió como un abrazo.
—Estoy llevando esto fatal —sonrió, tomando su mano—. Paula, yo quería que fueras uno de esos barcos que pasan en la noche, que pasaras por mi vida sin hacer olas.
—Lo sé —murmuró ella.
—Pero has hecho olas. Muchas, Paula. Y cuando te fuiste, te llevaste mi incredulidad, mi cinismo y… mi corazón.
Por primera vez, Paula se permitió un pequeño rayo de esperanza.
—¿Víctima o superviviente? Eso es lo que tú me preguntaste la última noche. He sido una víctima durante cinco años, pero ya no lo soy. De algún modo, me he convertido en un superviviente que ha pasado por el infierno y ha salido de él creyendo que la felicidad es posible, que el amor es posible… que lo nuestro es posible.
Pedro había tenido que gritar la última frase para hacerse oír a causa del ruido de una ambulancia que llegaba a la entrada de urgencias.
—¿Lo nuestro? —repitió ella. ¿Lo había oído bien?
Dejaron de hablar cuando los enfermeros sacaron a una mujer de pelo gris en una camilla.
—Le dije que solo eran gases, que no era el corazón, pero él no me quiso escuchar —estaba protestando la mujer—. Nunca me escucha.
Pedro se volvió hacia Paula.
—Cásate conmigo.
Ella lo miró, atónita.
—¿Cómo?
Se preguntaba si el ruido de la sirena había destrozado sus tímpanos. Podría jurar que Pedro acababa de pedirle que se casara con él.
La anciana los miró entonces.
—Si lo quieres, cásate con él. La vida es corta y antes de que te des cuenta, estarás en el hospital por comer algo picante.
Paula se volvió para mirar a Pedro de nuevo. Pero él no le dio oportunidad de decir una palabra. La abrazó con fuerza y enterró la cara en su pelo durante unos segundos.
—Supe que serías un problema desde que te ví en la playa —dijo con voz ronca—. Esos rizos tuyos brillaban bajo el sol y verte con ese biquini azul me hizo olvidar el dolor durante unos segundos. Te quiero, Paula. Te deseo… te necesito en mi vida. Cásate conmigo. Por favor, ¿quieres decir que sí?
Estaba desnudo frente a ella y Paula veía una gran vulnerabilidad en sus ojos azules.
La esperanza que no había querido sentir por miedo a que fuera falsa, afloraba dentro de ella. Las palabras de Pedro corrían por sus venas como el alcohol, haciendo latir su corazón con fuerza. Aun así, vaciló.
—Antes de contestar, tengo que saber algo, Pedro.
Temblaba ante la importancia de la pregunta. Aunque lo amaba, sacrificaría su amor si la respuesta no era la que esperaba.
—Tengo que saber si podrías querer a Bautista, si lo querrías por él mismo, no porque es un niño que reemplaza a Bobby —dijo después, con lágrimas en los ojos —. Bautista no puede ser el hijo que perdiste, Pedro. Sería una carga demasiado grande para él.

3 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyyyy, qué hermosos caps!!!!!!! Ya quiero los siguientes.

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  2. Hermosos capítulos! Me puse al día!!! Q lindo q haya ido a buscarla, q se haya dado cuenta q valía la pena luchar!

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