Simplemente un beso: Capítulo 14

—¿Qué pasa?
—¿Que qué pasa? —repitió él, intentando levantarse—. Lo que pasa es que un hombre al que llevo un año intentando localizar estará mañana en un sitio y yo tengo una escayola en la pierna, así que no voy a poder seguirlo.
— Yo podría llevarte —se ofreció Paula.
Pedro la miró como si hubiera perdido el juicio.
—¿Y qué sabes tú de seguir a alguien?
Ella se encogió de hombros.
—Lo que he visto en las películas. Se compran un montón de hamburguesas, se sienta uno en un coche a esperar y ya está.
Pedro tuvo que sonreír.
—Pues no vas muy descaminada. No es peligroso, pero podría ser un día muy aburrido.
— Qué va. Me encantaría poder contarle a mis amigas que estuve siguiendo a un sospechoso durante mis vacaciones.
Paula no sabía por qué quería hacer aquello. Quizá porque seguía sintiéndose responsable por la escayola de Pedro. O quizá porque algo en la oscuridad repentina de sus ojos la retaba a devolverles la luz.
— Muy bien —asintió Pedro—. Si esto no fuera tan emocionante para ti y yo no hubiera estado siguiendo a ese tipo durante tantos meses, nunca aceptaría tu oferta.
—Pero como yo misma me he ofrecido… —sonrió Paula—. Además, no tienes alternativa.
—Eso es verdad —suspiró Pedro, mirando a Bautista—. Supongo que no puedes dejar al enano en el hotel mientras dure la operación.
—No —dijo ella, preguntándose cuándo había dejado de ofenderla que se metiera con su hijo. Quizá era desde que salió a la terraza y lo vio acariciándolo—. Y solo admitiré que lleve el cinturón de seguridad —añadió, antes de que él sugiriese alguna otra forma de sujeción.
—¿Seguro que no puede quitarse el cinturón de seguridad?
— Seguro, Pedro. No te preocupes. Te prometo que Bautista no va a atacarte —sonrió, pulsando la tecla de impresión—. Ya está. Este era el último informe.
—Muchas gracias.
—¿A qué hora debo estar aquí mañana para iniciar la operación?
—A las seis.
—¿A las seis? —repitió Paula, horrorizada.
—Eso he dicho.
—Pues será mejor que me vaya ahora mismo — dijo ella entonces, inclinándose para tomar al niño en brazos. Bautista se despertó, pero después de echarle los brazos al cuello volvió a quedarse dormido.
Pedro tomó la bolsa de los pañales y el bolso de Paula y los colgó del brazo de las muletas.
— ¿Seguro que quieres hacerlo? —preguntó, en el porche.
—Claro que sí.
—Entonces, nos veremos por la mañana.
—A las seis en punto —dijo Paula, sonriente.
—Gracias por todo —se despidió él, devolviéndole la sonrisa.
De nuevo, la sonrisa del hombre provocó una pequeña explosión en su interior.
—De nada —murmuró Paula, bajando las escaleras del porche con las piernas temblorosas.
Aquella sonrisa masculina, sin cinismo alguno, completamente auténtica, tenía el poder de enviar un escalofrío por todo su cuerpo.
Después de colocar a Bautista en su sillita, se sentó frente al volante. Pedro seguía en el porche.
Incluso con muletas y una escayola en la pierna, aquel hombre era más sexy que el demonio y, por un momento, Paula se preguntó cómo sería estar entre sus brazos, ser acariciada por aquellas manos fuertes y grandes, ser besada por aquellos labios sensuales…
—¿Qué me está pasando? —murmuró para sí misma mientras arrancaba el coche.
Cuando Pedro sonreía de esa forma y sus ojos azules se iluminaban como estrellas algo le ocurría por dentro. Algo que no entendía.
Se preguntaba cómo sería Pedro con una permanente sonrisa en los labios. ¿Cómo sería si algún día recuperase la esperanza, si su corazón se llenase de amor? La posibilidad la dejó sin aire.
Mientras se alejaba de la casa, pensaba en el día siguiente. ¿Cuánto tiempo tendrían que estar metidos en el coche?

Muchas gracias a todos por leer, estos caps se los dedico a @pedropaulaoli4, gracias amiga por ayudarme y estar siempre, genia!!!