miércoles, 2 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 16

 —¿Y dónde viven tus padres?


—En Fénix. Compraron una casa allí, para librarse de los fríos inviernos canadienses. Pero siempre vuelven en Nochebuena, y este año no será una excepción, mi madre dice que unas Navidades sin nieve no son unas Navidades.


Paula guardó silencio, y Pedro admiró su cara, tostada por el sol de Sídney.


—¿Y tú? —dijo—. ¿Qué vas a hacer en Navidad?


Ella se encogió de hombros.


—Supongo que tomaré un avión a Boston e iré a Beckett’s Run, a pasar las fiestas con mi abuela y con el resto de mi familia, si aparece.


—¿Si aparece?


Paula se frotó las manos como si tuviera frío y preguntó:


—¿Qué te empujó a abandonar el trabajo de ganadero y dedicarte a la terapia?


Pedro fue perfectamente consciente de que Paula había cambiado de conversación. Por lo visto, su familia era un tema del que no le gustaba hablar. Y, por supuesto, sintió curiosidad. ¿Por qué le disgustaba tanto? En lugar de interesarse al respecto, se dijo que no era asunto suyo y señaló la cicatriz que le cruzaba el rostro.


—Esto —contestó.


Ella apartó la mirada.


—Sí, ya sé que no es muy agradable —prosiguió él—. La veo todos los días.


—No es tan terrible. He visto cosas peores.


Pedro arqueó una ceja.


—Pero te incomoda, ¿Verdad?


Paula lo miró a los ojos y dijo, a la defensiva:


—¿Eso me hace peor persona?


Él suspiró.


—Depende.


—¿De qué?


—Del motivo por el que te incomode —respondió—. Obviamente, estás acostumbrada a vivir entre bellezas como esas modelos a las que fotografías. Y supongo que yo te pareceré un hombre de lo más normal...


Pedro no terminó la frase. Se negaba a describirse a sí mismo como un hombre feo. Ya se había hecho demasiado daño a sí mismo con ese tipo de recriminaciones y pensamientos negativos que solo hacían que se sintiera peor.


—¿Quién está juzgando ahora a la ligera, Pedro? —preguntó Paula.


Él no dijo nada.


—Sí, es cierto que tu cicatriz me incomoda —continuó ella—, pero no es por lo que crees.


—Entonces, ¿Por qué?


—Porque me recuerda a alguien.


—Y, según veo, es un recuerdo doloroso.


Paula asintió.


—Sí, lo es. Así que intento no pensar en ello.


Pedro pensó que la comprendía de sobra, pero no se lo dijo. Se limitó a disfrutar de la magia y la tranquilidad del invernal día. El viento arrancaba siseos a las hojas de los árboles, y los solitarios copos se posabansilenciosamente en el suelo. No había gente ni coches ni ruidos. Solo estaban ellos y el vasto paisaje.


—¿Cómo te la hiciste? —preguntó Paula.

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