viernes, 11 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 40

Ella dió media vuelta y se alejó hacia la pila. Pedro se levantó y se acercó. Paula sabía que lo tenía detrás, pero abrió el grifo y se puso a fregar el plato como si no pasara nada.


—La vida es como es, y a veces no podemos cambiar las cosas — declaró él con firmeza—. Pero obligarse a ser perfectos es una forma segura de fracasar.


Paula se giró.


—¿Cómo puedes decir eso? ¿Precisamente tú, que eres tan bueno en lo que haces? —replicó—. Ni siquiera estoy segura de que tengas algún defecto, al margen de los físicos.


—Tengo muchos defectos —murmuró Pedro—. Y estoy tan lejos de la perfección como todos. Me limito a intentar ser optimista e intentar disfrutar de la vida.


—Pero a veces estás tan dolido que no te atreves a disfrutar de nada —observó ella—. Porque sabes que se puede acabar en cualquier momento.


Pedro la miró en silencio durante unos instantes y, a continuación, le acarició la mejilla.


—¿Por qué estás tan dolida, Paula? ¿Qué te ha hecho tanto daño?


Ella se encogió de hombros.


—Supongo que la muerte de Vanesa.


—No, es mucho más que eso. Sé que hay algo más. Algo que perdiste y que no has recuperado —afirmó.


Paula se apartó rápidamente.


—No sigas por ahí —le advirtió—. Ya te dije que no necesito un terapeuta.


—Solo pretendía ayudar.


—Pues déjame sola. Déjame en paz, te lo ruego. Ha sido una buena semana. He hecho fotografías, he respirado aire fresco y he descansado mucho. Eso es más que suficiente. Dentro de unos días, me subiré a un avión y me marcharé a Boston.


—¿A pasar las Navidades con la familia?


—Sí, en efecto —respondió ella—. Y no quiero malgastar los días que nos quedan con reflexiones sobre lo mal que lo hemos pasado. Si te comprometes a no escarbar en mis asuntos personales, yo haré lo mismo por tí.


Pedro asintió.


—De acuerdo.


—En ese caso, y ya que tú has preparado el desayuno, yo me encargaré de la limpieza. Luego, echaré otro vistazo a las fotografías que he hecho, seleccionaré las mejores y te las daré cuando termine.


—Tengo que hacer unas cuantas cosas, pero volveré a media tarde—le informó él—. Me las puedes dar entonces.


—Excelente.


Él la miró como si estuviera a punto de decir algo más, algo relevante; pero, al final, sacudió la cabeza y se despidió.


—Hasta luego, Paula.


—Hasta luego, Pedro.


Paula estaba sentada a la mesa, trabajando en el portátil y oyendo el zumbido de la lavadora, cuando él volvió a la cocina. Se había puesto un gorro y ropa de abrigo, como si fuera a pasar un buen rato en el exterior. Y supuso que estaría helado cuando volviera, así que consideró la posibilidad de recibirlo más tarde con un chocolate caliente. Pero desestimó la idea.

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