Delfina echó la cabeza hacia atrás y rompió a reír.
—¿Ligeramente enamorada? Oh, Paula... No has cambiado nada.
—¿Qué quieres decir?
—Que siempre niegas tus sentimientos. Estás tan ocupada en impedir que te hagan daño que alejas a la gente y te olvidas de vivir.
A Paula le molestó tanto su comentario que hizo ademán de levantarse de la mesa, pero Delfina volvió a hablar y preguntó algo que la detuvo.
—¿Él también está enamorado de tí?
—No lo sé. Me pidió que volviera después de Navidad, pero eso es imposible. Yo vivo en Australia y él, en Canadá. No podemos mantener una relación a distancia. Ni estoy dispuesta a tirarlo todo por la borda por una aventura pasajera.
—Umm... No creo que ese sea el problema —Delfina dejó su taza de café en la mesa—. ¿Quieres que te dé mi opinión?
—Claro...
—Eres la mayor de las tres, y siempre intentaste llenar nuestro vacío; sobre todo, cuando no estábamos con la abuela. Querías ser perfecta. Pero nadie es perfecto, Pau. E hiciéramos lo que hiciéramos Nadia y yo, siempre te sentías responsable —dijo Delfina—. Intentabas sustituir a nuestra madre, y te esforzabas tanto por ser lo que no eras que dejaste de ser quien eres y dejaste de vivir.
Paula apartó la mirada.
—Es posible, pero tengo miedo de arriesgarme.
—Es lógico que lo tengas. Sin embargo, no deberías permitir que tu trabajo se interponga en tu felicidad. Si estás enamorada de él, ¿No crees que el riesgo merece la pena? Además, eres una fotógrafa independiente. Lo del trabajo solo es una excusa, porque puedes dedicarte a la fotografía donde quieras.
—Siempre tan contundente... —dijo Paula, riéndose—. Pero hoy me alegro de que lo seas, Delfi.
—Gracias.
—Sin embargo, estamos aquí. Y hay que pasar las Navidades.
—Y que lo digas. Pero será mejor que me vaya. Se me está haciendo tarde.
—Ah, no, nada de eso —dijo paula—. Antes, me tienes que decir qué pasa entre Juan Cruz y tú.
Delfina sonrió.
—Como ya he dicho, me tengo que ir. Te veré más tarde.
—Está bien, pero no voy a olvidar el asunto.
—Lo sé. Y llévate la cámara cuando salgas.
Delfina se marchó y Paula se quedó sola, preguntándose si su hermana estaba en lo cierto al afirmar que se había empeñado tanto en ser otra persona que se había olvidado de ser ella misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario