miércoles, 2 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 17

Pedro había contado la historia muchas veces, pero aún se le encogía el corazón cuando la narraba. Era uno de esos recuerdos que no perdían su intensidad. A pesar de todo el tiempo transcurrido.


—Volvíamos de un torneo de hockey en la Columbia Británica. Y tuvimos un accidente.


—¿Jugabas al hockey?


Él intentó sonreír.


—Y todavía juego. Tengo una pequeña pista en el rancho, que ahora está cubierta de nieve. De vez en cuando vienen adolescentes de la zona y se ponen a jugar.


—Veo que te gustan los niños.


—Sí, supongo que sí —dijo, mirándola a los ojos—. Están llenos de curiosidad y de energía. Son fantásticos.


—También son ruidosos, destructivos e imprevisibles —observó ella.


Paula lo dijo con una sonrisa en los labios, y Pedro carraspeó porque le gustó más de la cuenta. Además, le disgustaba hablar de sí mismo. Era mucho más difícil que hablar del rancho o del programa de rehabilitación.


—Sí, es posible. Pero aceptan mejor a los demás —declaró él.


—¿Mejor que los adultos?


Pedro asintió. Sabía por propia experiencia que los preadolescentes podían ser extraordinariamente crueles, pero en Bighorn no tenían ese problema. Se conocían tan bien que ni siquiera se burlaban de su cicatriz.


—En efecto —contestó.


La sonrisa de Hope se desvaneció al instante.


—Supongo que tiene algo que ver con la pérdida de la inocencia — dijo ella—. Nos afecta tanto que, a veces, nos vuelve desconfiados.


Pedro pensó que su invitada tenía una facilidad asombrosa para decir mucho con muy pocas palabras.


—No parece que te gusten los niños.


Ella se encogió de hombros.


—Sinceramente, no he pensado mucho en ese tema.


—¿Por qué? ¿Es que has estado muy ocupada con la búsqueda de la fotografía perfecta? —se interesó él.


—Sí, algo así. Aunque, de todas formas, no tengo intención de ser madre a corto plazo, si es que lo soy alguna vez.


Ella apartó la mirada, y Pedro tuvo la impresión de que mentía en el asunto de los niños, pero se lo calló.


—Y prefieres dedicarte a tu carrera.


A Paula se le iluminó la cara.


—Por supuesto. Me encanta lo que hago, pero viajo tanto que, ahora mismo, no podría ser una buena madre. Además, todavía soy joven. Solo tengo treinta años... Y tiempo de sobra para tener niños si los quiero tener, ¿No te parece?


—Supongo que sí, aunque eso nos llevaría a una cuestión más profunda.

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